Me tardé muchos años, dos lecturas y otros días más de acomodarme entre el caos de la vida adulta para por fin tener esta cita, entre ustedes, Simone de Beauvoir y yo.
El Segundo Sexo es historia, es camino, es luz, es guía, es conocimiento, es reflexión y contradicción positiva a la vez.
Menciono contradicción positiva porque no sé si ustedes sepan pero Simone, no se nombraba feminista cuando escribió el Segundo Sexo, ella era una filósofa haciendo una investigación sobre la condición de las mujeres, con la cual, marcó el inicio de la Segunda Ola Feminista.
También es contradicción positiva porque estoy de acuerdo con algunas colegas en que a veces usa términos un poco clasistas contra las mujeres, pero entendamos su contexto y época, en la cual, ella era una mujer con privilegios. Además, Francia (su país) estaba recuperándose de una guerra y eran muy pocas las mujeres que hacían investigación y se cuestionaban el statu quo.
Algo que le reconozco y agradezco en demasía es su valentía de estar a favor del aborto en 1949 (año en el que publicó el libro), imagínense, hace 73 años Simone ya tenía una postura muy clara, cuando hoy, con todo el avance en la lucha por nuestros derechos sexuales y reproductivos y específicamente, nuestro derecho a decidir, hay personas que no se atreven a pronunciarse a favor del aborto.
También le agradezco que abrió paso al feminismo académico. El Segundo Sexo es un libro que dio pie a seminarios, foros de discusión, análisis escritos, talleres y hoy en día, tenemos maestrías y especialidades (yo estudié una Maestría en Políticas Públicas y Género en la FLACSO) que estudian las condiciones de las mujeres, buscando la igualdad de los sexos, aquello que hace más de 70 años Simone empezaba a esbozar entre sus libros y apuntes, hoy lo seguimos construyendo, gracias a ese camino que ella un día marcó.
Gracias Simone.
Ahora sí, vámonos de lleno a la reseña.
Como les conté al principio, es la segunda vez que leo El Segundo Sexo, la primera vez fue mientras estudiaba psicología en Puebla, estaba muy morrita y apenas vivía mis primeras experiencias en el activismo feminista.
Hoy, muchos años después, con más experiencia profesional, una maestría en género y el feminismo permeando todos los ámbitos de mi vida, mi intuición me dijo que era momento de regresar a él, de reencontrarme con Simone y sus enseñanzas, y ver su análisis con otros lentes.
Mi primera conclusión fue que sin duda, sí marcó mucho de mis inicios como feminista radical. Tal vez no logré notar la transformación de inmediato, pero sin duda, todo lo que leí fue tomando forma e implementándose durante todos estos años.
El libro tiene 725 páginas y una letra muy pequeña.
No es fácil, no es un libro para relajarte y llevártelo a tus vacaciones en la playa. Es un libro académico que necesitará toda tu atención y concentración, si quieres exprimir todas sus enseñanzas y caminar de la mano de Simone.
En cuanto lo termines, terminarás drenada y no vas a querer tomar un libro en varios días, literal, necesitarás recuperación después de toda la información que estará ingresando a tu cabeza.
Y está bien, no pasa nada. Esos breaks son sanos, después regresarás con energía renovada.
Yo me tomé una semana, preferí escuchar más podcast antes que leer, y hoy, ya sentí la energía y espacio disponible para otra vez, tomar el libro en mis manos y empezar la reseña.
No podía tener un blog de reseñas de libros sin la reseña de uno de los libros que más han marcado mi existencia y la existencia de todas las mujeres.
Ojo, como les dije al principio, Simone no se nombraba feminista cuando escribió el Segundo Sexo pero sí reconocía muy bien a los “antifeministas” y sus prácticas, este término, lo encontrarás en muchas hojas del libro, lo utiliza para ejemplificar actitudes patriarcales y machistas que ella reconocía en esa época.
Simone incluso marca la pauta de la importancia del lenguaje incluyente, se cuestionó por qué se dice “los hombres” para designar a todos los seres humanos.
En su introducción, comienza argumentando que a ningún hombre se le ha ocurrido jamás escribir un libro sobre “la condición del hombre” simplemente porque su posición es la del privilegio, la de lo absoluto, nosotras siempre hemos sido lo Otro.
Y esa es una gran conclusión de su análisis, somos lo Otro, porque “ninguna colectividad se define jamás como Una sin colocar inmediatamente enfrente a la Otra”, y durante todo el libro trata de demostrar que todos los supuestos en que se basó la humanidad para colocar a la mujer en la posición de lo Otro, son falsas.
¿Por qué dejamos que nos llamaron lo Otro? ¿De dónde viene la sumisión de las mujeres? Se pregunta. Del número no puede ser, expresa, pues no somos minoría: en la tierra hay tantas mujeres como hombres (e incluso hoy somos más).
Para Simone esa subordinación no fue un devenir, no la causó un suceso en particular, es más bien un absoluto, pero ¿viene de una condición natural? Lo responde en el libro.
También analiza que el vínculo que une a las mujeres con sus opresores no es comparable a ningún otro, por ejemplo, por la dependencia económica (que en esa época era mucho más cruda y permeable) y que aunque se reconozcan nuestros derechos, no se implementan (nada alejado de nuestra realidad el día de hoy).
“Los dos sexos jamás han compartido el mundo en pie de igualdad”, dice.
En su época, se empezaban a abrir espacios para las mujeres en el ámbito laboral pero para ella eran competidoras de fechas recientes, pues los hombres ya estaban disfrutando de salarios y puestos más importantes (lucha que hoy tenemos pendiente, la brecha salarial sigue siendo enorme y hemos tenido que implementar acciones afirmativas como la paridad para tener espacios en lo público).
Toda la historia la han hecho los hombres, y para Simone, si la mujer no se reivindica como sujeto no es porque no quiero, sino porque carece de los medios para hacerlo, y además, han encontrado formas para “complacernos” con nuestro papel de lo Otro.
Y ¿de dónde proviene que este mundo siempre le haya pertenecido a los hombres? Para Simone se remonta a muchos siglos atrás y siempre nos da ejemplos de cómo los grandes pensadores tenían ideas misóginas, por ejemplo Platón había expresado que agradecía ser hombre y no mujer, Aristóteles decía que las mujeres no teníamos cualidades y San Tómas de Aquino expresó que las mujeres somos un hombre fallido.
Las religiones también han perpetuado esta dominación suprema, y ¿quiénes dieron forma a las religiones? Los hombres. Lo mismo que a las leyes, que hicieron sin nosotras (por eso, hoy estamos en un constante proceso de incorporar la perspectiva de género en las leyes androcéntricas y asegurarnos que ninguna ley actual se haga violentando nuestros derechos e integridad).
Otra de las formas en que han hecho perdurar esa dominación suprema es haciéndonos creer que tenemos una capacidad natural para las tareas del hogar, perpetuando a su vez la inferioridad profesional.
Pero Simone lo deja muy claro en esta parte que me pareció una de las más bellas: “no nos dejemos intimidar por el número y la violencia de los ataques dirigidos contra las mujeres, ni por los elogios a la verdadera mujer”, es decir, el patriarcado, aplaude cuando una mujer es buena “ama de casa” y cumple con las expectativas de una buena mujer, pero cuando se sale del molde y va por su crecimiento profesional la señalan violentamente, Simone nos llama a no dejarnos engañar ni por unos, ni por otros.
Nos invita a reflexionar que nuestros análisis y como hoy sabemos, el feminismo, no debe caer en una disputa de “hombres contra mujeres” o “progresistas contra conservadores” pues en una disputa nadie razona bien y caemos en argumentos contrarios y “sinrazón” como los llama ella.
Coincido, el feminismo es un movimiento académico, político, social, económico, ecologista y que permea en todos los ámbitos de nuestra existencia, no es una disputa contra los hombres. Y quien no lo ve así, está muy desconectado de la realidad histórica, actual y futura.
¿Cómo puede desarrollarse una mujer desde su papel de inesencial, en la inmanencia? ¿Cómo puede encontrar independencia en la dependencia? Se cuestionará en todo el libro y llegará a sus conclusiones.
Para ello, inicia con el capítulo del Destino, donde aborda todas las explicaciones naturales, médicas e históricas de nuestra condición de ser mujeres.
Primero, pone sobre la mesa ¿por qué el inicio de nuestro ciclo menstrual se percibe como una crisis? Es un combate que nos debilita, me hizo recordar todo el misticismo que existió alrededor de mi menarca y cómo fue todo un tema en mi familia. Incluso, para muchas hermanas significó un momento de quiebre con llanto y una mezcla de emociones.
Para ella, la gestación es una labor fatigosa que no ofrece a la mujer un beneficio individual (fisiológico) pero sí exige sacrificios; en esto sí es muy crítica durante todo el libro, es clara su decisión de no querer ejercer la maternidad y ser dura ante ella. Por ejemplo, expresa que la mujer vive esclava toda su vida a la función reproductora, porque aunque no tengamos hijos, si sangramos cada mes, es justo porque nuestro cuerpo se prepara para tener un bebé.
En este capítulo concluye que todas estas diferencias biológicas no bastan para definir la jerarquía de los sexos, ni que la mujer sea lo Otro, lo subordinado.
Entonces, pasa a lo siguiente, lo psicoanalítico.
Aquí, es muy crítica con Freud y su noción del complejo de Electra, la cual describía que las niñas/mujeres sentían envidia del pene del hombre, se sentían un hombre mutilado que había sufrido una castración, para Simone esta era una explicación muy vaga e insuficiente, ¿por qué Freud decidió que el padre era superior? Muy buena pregunta.
Considera débiles las explicaciones del psicoanálisis porque para los estudiosos de esta teoría (como Freud y Adler) la mujer tenía solo dos opciones, la neurosis o la sumisión. Y no admitían la elección de las mujeres, tan solo se basaban en el determinismo y el inconsciente colectivo.
Más bien lo que ella añadiría a la reflexión psicoanalítica es que la mujer, al no tener medidas externas y visibles como el largo del pene, la potencia del chorro del pipi (que incluso llega a ser un juego común entre los niños), o la potencia de la eyaculación, la mujer entonces no tiene ese “alter ego”, no se “aliena con algo” y entonces, se siente como objeto, como ese Otro.
Después se va a la parte del materialismo histórico y lo que para Simone fue la gran derrota de las mujeres: el surgimiento de la propiedad privada. Con la llegada de la agricultura se empezó a requerir fuerza, empezó la esclavitud y se dejó de valorar el trabajo de las mujeres en el hogar.
Y así como se empezaron a “poseer tierras”, se empezaron a “poseer mujeres”. Con la propiedad privada llega el modelo de la familia patriarcal. Según dice Bebel, se formaron los dos grandes grupos de oprimidos, la mujer y el proletariado.
Por ello, los movimientos reivindicativos de las mujeres y el socialismo siempre han estado ligados.
Al surgir las necesidades económicas y más fuerza de trabajo (esclavos), se buscaban maneras para que las mujeres tuvieran más hijos, y como no podían obligarlas a ello, crearon maneras de encerrarla en situaciones donde la maternidad fuese la única salida: impusieron el matrimonio, prohibían el uso de anticonceptivos, el aborto y el divorcio.
Para Simone, el materialismo histórico tampoco logra explicar la desigualdad entre mujeres y hombres, porque todo fue dado y construido por intereses banales: no se “dio naturalmente”.
Y con ello, pasamos a la segunda parte, que es la historia.
Allí vuelve a recalcar que la maternidad es para las mujeres, una forma de sufrir pasivamente su destino biológico.
Sé que Simone es muy directa y crítica con respecto a la maternidad, por eso puedo empatizar con mis hermanas que ya son mamás o que tienen el deseo de serlo, pero nos pongamos los lentes críticos que ella usaba, para lograr comprender que el patriarcado ha utilizado nuestra capacidad para dar vida como un pretexto para paralizarnos y discriminarnos. Me parecía importante hacer esta aclaración.
Continuemos.
Analiza también, que las faenas domésticas que llegan con la maternidad y las labores de cuidado, confinan a las mujeres a la inmanencia y a la repetición; en cambio, las mujeres en lo público crean, tienen hazañas, reconocen su humanidad y construyen un porvenir, su trabajo les da dignidad suprema.
Por ello, para Simone una parte del triunfo del patriarcado se dio cuando los hombres se impusieron por su capacidad biológica, específicamente, por no ser madres (recordemos que para Simone la maternidad debilitaba e incapacitaba a las mujeres).
También, con la propiedad privada llegó la necesidad de tener herederos hombres para dejarles las tierras, entonces, la mujer se convierte en quien los trae al mundo y cuida, los hombres, les daban los derechos. Desde esas épocas, arrancaron a las mujeres su capacidad de tenencia y transmisión de bienes.
Y después, nos dieron derecho a la herencia y a tener bienes, pero no nos dieron los medios para trabajar y tener independencia económica, entonces, es una falsa emancipación, una libertad vacía, somos libres para nada, expresa.
Después llega el feudalismo y seguía quedando claro que la mujer era “el instrumento” para transmitir el dominio pero no quien lo ejercía.
Tengo que contarles que una gran influencia de Simone fue Virginia Woolf, cita en varias ocasiones “Un cuarto propio”, el cual, también ya leí hace varios años así que me llevó de tarea releerlo para después, tenerles la reseña. Promesa.
Exhibe también a pensadores con actitudes misóginas, por ejemplo a Rosseau, que decía que las mujeres debíamos soportar las injusticias del hombre y a Comte, a quien llama antifeminista porque reclamaba la jerarquía de los sexos, puesto que para él, ser mujer es una especie de “infancia continua” que nos alejaba del “tipo ideal de la raza”, siendo débiles intelectuales y por ende, nuestro papel era ser esposas y amas de casa. Para Bonald, la mujer era una esclava que había que sentar en un trono, sabiendo que era incapaz de gobernar en casa, por eso solo “administraba” y era un anexo del hombre.
Describe que en el Código de Napoleón, matar a una mujer era justificable en caso de adulterio, ¿se imaginan? Era un feminicidio permitido.
Vuelve a recalcar en este capítulo, que no ha sido la naturaleza la que ha causado la desigualdad entre mujeres y hombres, es la educación y lo social.
Después, con el surgimiento de las máquinas en el siglo XIX empieza una nueva revolución para las mujeres, entramos a las fábricas y se abre la era en la que poco a poco empezamos a conquistar nuestra dignidad de seres humanas.
Pero esta nueva época, llegó con muchos retos que siguen hasta el día de hoy, para la mujer madre y trabajadora es muy difícil el conciliar el mundo laboral con el familiar y muchas, nunca han trabajado para ellas, trabajan para “ayudar a la familia”.
Por ello, surgieron movimientos sociales y de lucha por los derechos humanos de las mujeres, por mejores condiciones labores, por su derecho al aborto, al voto, a la participación en la política, etcétera. Pero para Simone, todas nuestras luchas han sido porque los hombres las han permitido, a partir de las luchas de ellos, pues la historia de las mujeres, la han hecho los hombres, los verdaderos mandos del mundo jamás han estado en manos femeninas, expresa.
Y no es la inferioridad de las mujeres lo que ha determinado su insignificancia histórica, sino que ha sido su insignificancia histórica lo que las ha destinado a la inferioridad.
Las mujeres queremos trascendencia, no inmanencia, queremos derechos y posibilidades y que la libertad no sea un engaño, comparte.
Concluye este capítulo de lo histórico con un análisis del matrimonio, que aborda después más a fondo, diciendo que es muy difícil porque la mujer sigue atrapada en la contradicción de la independencia y el sueño del matrimonio (ella llevó esto a otro nivel porque como dicen los análisis históricos mantuvo por muchos años una relación abierta con Sartre).
En la tercera parte del libro, se ocupa de desmontar mitos sobre las mujeres.
Por ejemplo, aquel que usa la religión al decir que como Adán se sentía solo, Dios mandó a la mujer. Desde entonces, la presencia/existencia del hombre es un derecho y el de nosotras, un accidente afortunado.
Y así, la representación del mundo es operación de los hombres, ellos lo describen desde su punto de vista y lo confunden con la verdad absoluta, y las mujeres, nos quedamos en la ambivalencia y contradicción, siendo lo Otro.
Otro mito, es lo todo lo que se ha construido alrededor de la menstruación, como ya lo abordamos, nos hicieron odiarla. Por ejemplo en Egipto, la mujer mientras menstruaba era apartada y todo lo que tocaba, tenía que ser quemado porque lo había “contaminado”, en Francia hacían ridiculeces como prohibir la entrada a las fábricas a las mujeres durante su menstruación, porque hacían que la azúcar se ennegreciera. Incluso, llegó a existir una ley que castigaba a los hombres que tenían sexo con una mujer durante su menstruación.
La realidad es que, como expresa Simone, le tienen miedo a nuestra fortaleza reproductora. Somos tierra fértil, somos vida, somos poderosas.
Otro gran mito, es la virginidad. Ese deseo irracional de demostrar que la mujer solo “le pertenece a un hombre”, caía en prácticas tan ridículas como mostrar la sábana con sangre para demostrarla.
Otros mitos son los que se construyen alrededor de todos los ornatos que se imponen sobre nuestros cuerpos, como el maquillaje, las cirugías estéticas o los perfumes para evitar olores de flujos vaginales o de la menstruación.
También existe el mito de “la madre abnegada” y heroica que es refugio y sumisión absoluta. Incluso, llegan a santificarla, a verla como un ser no carnal.
Otro enorme mito, que ya estudiamos a fondo en la reseña de “La bruja y el Calibán” de Silvia Federicci es el que se creó alrededor de “las mujeres brujas”, se nos culpaba solo por poseer conocimientos, saberes y poder.
Concluye esta parte de los mitos diciendo que para el hombre, la mujer lo es todo, pero todo lo Otro. Por eso, ambos viven en una completa decepción de la existencia, sin reconciliación con la totalidad. Por eso, la lucha feminista sigue más viva que nunca.
Pasamos a la cuarta parte, la de formación, hasta aquí, Simone ya nos dejó tareas muy claras:
Terminar con el mito de la feminidad
Afirmar nuestra independencia
Estudiar y desterrar el destino tradicional de las mujeres
Responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo hace la mujer el aprendizaje de su condición y cómo la experimenta? ¿En qué Universos se encuentra encerrada? ¿Qué evasiones le están permitidas? Y ¿Qué problemas se le plantean a las mujeres que siendo herederas de un duro pasado, nos esforzamos por forjar un nuevo porvenir?
Dentro de esta cuarta parte, los capítulos se dividen por etapas de la vida, siendo el capítulo uno, la infancia y aquí, en la página 207 llega la icónica frase que le ha dado la vuelta al mundo: “No se nace mujer: se llega a serlo”.
Porque ni la biología, ni lo psíquico o económico como ya quedó claro en las líneas anteriores, nos hacen mujeres, es la sociedad la que nos hace mujeres.
En esta parte de la infancia vuelve a su crítica del psicoanálisis pues refrenda que los psicoanalistas desconocen la psicología infantil como para concluir que las niñas envidian al pene, para ella, no es así. Tal como expresa Deutsh (a quien también cita mucho), el que la niña vea no tener pene como algo traumático, tiene que ir acompañado de otras cosas como que se sienta menos amada por ese hecho.
Y para Simone, no es la anatomía (ausencia del pene), lo que dicta en las niñas esa necesidad de agradar y “vernos bonitas”, es más bien el peso social que se da a ese pene como “símbolo de virilidad”. Incluso, la pasividad en las relaciones sexuales y en muchos ámbitos de su vida no es tampoco algo biológico, la sociedad se la impone.
En las niñas tampoco existe el “instinto maternal”, se lo enseñan, le dan muñecas, la estimulan, se lo venden como una riqueza.
Y la revelación de darse cuenta que los hombres son los dueños del mundo, que la casa se comunica con el mundo a través de los hombres, que los niños son aventura y que la voluntad del padre, se impone ante la de la madre, es incluso más impactante que el hecho de no tener un pene, esto influye mucho más en la conciencia de las mujeres.
En los cuentos, los mayores héroes y protagonistas son hombres y cuando toma un periódico y ve las noticias la realidad se lo confirma (esto ya ha ido cambiando poco a poco pero nos situemos en que Simone escribió esto en 1948-1949).
Y también explica porque desde pequeñas las mujeres se empiezan a obsesionar con su belleza, nos enseñan que para ser dichosas, hay que ser amadas y para ser amadas, hay que esperar el amor. Nosotras somos espera y el hombre aventura.
Y entonces, desde la niñez comienzan los cimientos del “malestar femenino” pues todo ese rigor no empleado al ver a los niños en los juegos y aventura y ellas encerradas en la incomodidad de sus faldas, además de visualizar un futuro en las labores del hogar, se torna en nerviosismo.
Para Simone, esas “ocupaciones juiciosas” no consumen toda nuestra energía, nos aburrimos. Vivimos entre el deseo de la sumisión y la huida. Al aceptar la pasividad, opta por sufrir sin resistencia a un destino que le imponen de fuera.
Y entonces llegan la pubertad y la adolescencia y se da una metamorfosis en nuestro cuerpo, la cual reafirma nuestro destino, nuestro sexo y dependencia a los hombres e hijos. La niña-mujer se siente tomada por otros como cosa, todos empiezan a hablar de su cuerpo, la quedan viendo, preguntan si ya menstruó, eso le empieza a causar repulsión y vergüenza por ella misma, pero a la vez, deseo de agradar y gustar.
Por eso antes, nos daba pena menstruar, era imposible que alguien viese tu ropa manchada de sangre. Te sentías sucia al menstruar. Incluso se llegaba a decir que una mujer “estaba indispuesta” cuando estaba en sus días.
Y la menstruación era un escándalo y se sufría porque significaba feminididad y ya nos quedó claro que la feminidad es alteridad e inferioridad. Con la menstruación, el “ser mujer” se enraizaba en el vientre, ya no había forma de escapar. Se aceptaba al cuerpo como objeto destinado a otro. Entonces, herida, avergonzada, inquieta y culpable, se encaminaba hacia el porvenir…
Ese porvenir es la juventud, y así llega al capítulo dos de esta segunda parte.
Y para Simone esa juventud es solo un período de transición y espera para la mujer, esperará al hombre con el que se casará. Y por ello, se envidia a la joven que tiene más citas, porque el matrimonio le dará prestigio social.
Y como desde niña se le instaló el complejo de inferioridad, tendrá un impacto en su desempeño intelectual de la juventud. Y como los grandes triunfos estaban reservados para los hombres, las mujeres no se atrevían a apuntar muy alto: ¿para qué dar mucho si mi futuro depende de un hombre? Pensaban.
También, se nos enseña a ser dóciles y sumisas, a no afirmarnos, porque cualquier afirmación de sí misma, disminuía la feminidad y por ende, la seducción ante los hombres.
La adolescencia es particularmente difícil para las mujeres desde el punto de vista de Simone, puesto que en la niñez al menos era más autónoma, ahora, tiene que renunciar a su soberanía de niña y entregarse por completo a la feminidad. Se vive un duelo, se le dice adiós a la niñez y se acepta el ser mujer.
Incluso llega la trascendencia erótica que para ella, es habituarse a ser presa, ser objeto, ver glorificado su cuerpo a través del hombre que la posee.
Por eso, empieza a disfrutar más su soledad y tiene prácticas como el tener un diario secreto donde escribe, porque de esa forma, con sus ensueños, evade su existencia mezquina. Desarrolla una vida imaginaria como defensa a sus pocas experiencia reales. Los hombres tenían muchas oportunidades, las mujeres solo una: el matrimonio.
Aprende a consagrarse a la pasividad, a creer en la magia y olvidarse del mundo real.
El deseo masculino es ofensa y homenaje a la vez, el levantar miradas de los hombres no es hazaña, revela nuestra pasividad y por eso nos enoja. Por eso también, algunas mujeres prefieren a los “Don Juanes”, porque en el fondo saben que fracasarán en retenerlo y buscarán un ideal imposible de alcanzar: “desea tener un hombre pero le repugna ser su presa”, se siente dividida.
Y aunque sea independiente y tenga sus propios proyectos, tiene la actitud de espera, a veces no específicamente a un hombre, pero siempre espera a Otro, siempre se enamora. Y cuando no encuentra el amor, da con otros tópicos como por ejemplo, la poesía. Siempre va por un destino esparcido fuera de ella, desde la nada, queremos todo, somos la nada.
Pero incluso, si se entrega demasiado a otra empresa llega el miedo de frustrar su destino de matrimonio y hogar.
Y se forma un círculo vicioso porque al casarse, abandona muy fácil su profesión, pues había comprometido muy poco de ella.
Por eso, concluye esta parte expresando que mientras no se logre la igualdad económica y mientras las costumbres den más beneficio a los privilegios que puede brindar un hombre-esposo, se mantendrá en la mujer el sueño de un éxito pasivo y se frenarán sus propios logros.
Continúa el capítulo tres con el tema de la iniciación sexual y aquí llega con un fuerte statement: la primera penetración es violación. El acto sexual sitúa a la mujer bajo la dependencia del hombre y las costumbres le han conferido al hombre el papel de iniciador.
A la mujer se le exige un papel activo en una aventura que no le enseñan a valorar, no le enseñan a conocer su cuerpo, al contrario, se siente abrumada por todos los tabúes, prohibiciones, prejuicios y exigencias alrededor del sexo. Una mujer puede quedar embarazada sin sentir el mínimo placer, incluso después de sufrir una violación.
Qué fuerte.
La mujer necesitaba al hombre para que su cuerpo le fuese revelado, su dependencia a él era más profunda. Ella se siente instrumento, solo recibía y las resistencias morales le impedían el placer.
Pero para Simone sí es posible que las mujeres experimenten placer y tengan encuentros sexuales sanos con goce común, se dan con relaciones de reciprocidad y cuando siente deseo y respeto del hombre hacia ella.
Pasa luego al capítulo cuarto donde aborda la homosexualidad de las mujeres, describiendo que ningún destino anatómico ni hormonal determina su sexualidad.
Y para ella, una mujer lesbiana no es una “mujer frustrada” (como algunos inconscientes las llaman) es más bien, una mujer superior. Para Simone la mujer lesbiana se desquita, pues tanto ella como el hombre tienen el mismo objeto de deseo –la mujer-, ella se niega a ser objeto.
Algo en lo que discrepo completamente de Simone es cuando afirmó que “si hubiera más igualdad, hubieran menos lesbianas” creo que es una afirmación muy riesgosa, solo ellas saben las razones y sentimientos de sus preferencias sexuales y es un terreno que como mujeres heterosexuales, debemos respetar.
Explica que en una relación lesbiana el amor es contemplación, no hay separación, ni lucha, victoria o derrota, hay en cambio reciprocidad, dualidad y complicidad.
En lo que sí estoy de acuerdo sobre este tema es cuando afirma que ningún factor es determinante, la homosexualidad es tan solo una libre decisión. No es una perversión, ni maldición, es una actitud elegida, motivada y libre.
Después, entramos a la parte II la cual arranca con una cita de Sartre, su pareja sentimental que dice: “Mitad víctimas, mitad cómplices, como todo el mundo”.
Llama a la primera parte “Situación”, que inicia con el capítulo uno de “La mujer casada”, donde reitera de nuevo que nos imponen el matrimonio como el destino tradicional: estás casada, lo estarás, estuviste o sufres por no estarlo.
Vuelve a mencionar que estamos en un periodo de transición (seguimos en él) porque la evolución económica de las mujeres ha hecho que el matrimonio sea una unión libre y consentida entre dos individuos autónomos, pero aun persisten antiguas estructuras y valores, entonces, el matrimonio moderno no puede entenderse más que a la luz del pasado que perpetua.
Dentro del matrimonio, nunca se han intercambiado contratos en pie de igualdad. Incluso antes, los contratos de matrimonio eran firmados entre el esposo y el padre ¿pueden creerlo?
Por más que hoy seamos muy independientes hay un pesado muy duro que aún pesa sobre nosotras, pues anteriormente el matrimonio era el único medio para las mujeres de “ganarse la vida”, era la justificación social de su existencia, una mujer soltera, era un “desecho”.
Incluso, hubo un tiempo que el Código Francés incluía la obediencia al marido.
En cambio, para los hombres el matrimonio es un modo de vivir que puede elegir o no, no un destino. Ella, es la que tiene que tomar el apellido del esposo y él dicta donde será el domicilio conyugal, ella tiene que seguirlo. Ella rompe con su pasado y se anexiona al Universo del esposo, le entrega su persona.
Él es la trascendencia, ella la inmanencia. Y para Simone esto no tiene sentido porque en sí, todos los seres humanos somos trascendencia e inmanencia a la vez.
Pero lo que sucedía es que a ella, no le otorgaban influencia directa sobre el porvenir del universo, no le daban la oportunidad de superarse hacia la colectividad, si no solo a través de la mediación del marido.
Y mientras que ningún hombre considera al matrimonio como su proyecto fundamental de vida a ella, al dejarla incapaz de ganarse la vida, busca en el marido un medio para mejorar su capacidad económica. El matrimonio es la carrera más fácil, es normal que se sienta tentada a eso.
Es tanta la presión, que la mujer se siente incompleta si no se ha casado, incluso si se gana la vida por sí misma, necesita esa alianza en el dedo (anillo) para conquistar la dignidad íntegra de una persona. Y puede llegar a aceptar a alguien sin amarlo, solo si le conviene, comenta Simone.
Para ella, el matrimonio es obsceno pues transforma en derechos y deberes un intercambio que debería ser un impulso espontáneo, dando a los cuerpos un carácter instrumental y degradante, pues el hombre siente que cumple un deber y la mujer se siente mal porque el hombre ejerce sobre ella un derecho. Así se puede llegar a perder el erotismo, incluso comenta que para ella, el sexo en el matrimonio es una masturbación en común.
Plantea claramente la postura que marcó su vida personal: que el amor físico sea libre, episódico y autónomo.
También relata qué significa para una mujer su hogar y los cuidados excesivos que pone en él, porque al no hacer nada, se busca en lo que tiene. En esa parte, encontré mucha de la inspiración de Rosario Castellanos para escribir “Álbum de familia”.
Simone concluye que incluso en los casos de los matrimonios con mujeres privilegiadas, esa “victoria” nunca es definitiva, pues se consume sin cambiar de lugar, perpetua el presente, no conquista bienes positivos, solo lucha contra las inmanencias de su hogar, una lucha que se renueva todos los días. Por eso nunca será una victoria definitiva. Cada día imita al que procede, vive en un eterno presente, sin esperanza.
Dice que lavar y limpiar es detener la muerte, pero también rechazar la vida. Simplemente, la mujer no ha sido llamada para edificar un mundo mejor, añade.
Con las faenas domésticas, vive en una huida indefinida de sí misma, en una constante renuncia, en un vacío mental que la suprime pues la repetición agota, todo se vuelve monótono y maquinal, con muchos vacíos y esperas.
Al final, las tareas del hogar son medios útiles para la vida, no el fin, no confieren per se ningún sentido al ser humano y su trascendencia. Por eso ella, es a través de la trascendencia del esposo y los hijos es como justifica su existencia, porque su trabajo no le brinda autonomía, no es directamente útil a la colectividad.
Y por eso para Simone, una condición indispensable para la lealtad y amistad en una pareja es que ambas partes sean libres e iguales, para que el amor sea auténtico, es preciso que sea libre. Y ese sentimiento será libre cuando no dependa de las extrañas consignas del matrimonio, expresa.
En ese sentido, la mujer solo tendrá una auténtica autonomía cuando tenga un trabajo autónomo, que no dependa del esposo, ni económicamente, ni para afirmar su trascendencia. No basta con ser “musa”, ella debe encontrar una tarea en la que pueda usar positivamente sus energías, que tenga un fin, para que no termine por negarse a sí misma.
¿Cuántas mujeres han perdido la humanidad por el matrimonio? Se pregunta.
Para Simone, tanto el matrimonio como la maternidad, traen sin duda melancolía a la mujer, la mutilan, la destinan a la repetición y a la rutina.
Por eso, insiste en que las relaciones equilibradas no son utópicas, se pueden construir, cuando se fundan en dos libertades, pues no son los individuos los responsables del fracaso del matrimonio, es la institución misma, que está originalmente pervertida. Para ella, que un hombre y una mujer deban bastarse toda su vida es una monstruosidad que engendra hipocresía, mentira, hostilidad y desdicha.
Y mientras el hombre siga manteniendo la responsabilidad económica, la igualdad es una ilusión. E incluso así, al oprimir, el hombre también se convierte en oprimido, pues ella le exigirá dinero. Al liberarse la mujer, el hombre también se libera.
El siguiente capítulo, el segundo de esta parte, es sobre la maternidad. Allí, Simone deja muy claro que la función reproductora ya no está determinada por el azar biológico, sino por la voluntad. Y por supuesto, habla sobre el aborto, como ya les mencioné desde un principio Simone tenía su postura a favor muy clara, incluso decía que la burguesía de la época era hipócrita en ese sentido (y sigue siendo) porque quien podía, recurría a él; pero al mismo tiempo era una encarnizada defensora de los derechos del embrión y al mismo tiempo, son quienes se desinteresan de las y los niños tan pronto nacen.
Para Simone, hay tantos abortos como nacimientos e incluso con su prohibición, las mujeres recurren a él. Por lo tanto, debe ser considerado como un riesgo implícito (si no es en las condiciones adecuadas) de la condición de las mujeres.
Simone lo dice claro y contundente: la prohibición del aborto es un fracaso. El aborto clandestino solo aumenta el riesgo de muerte para las mujeres y en caso de que eso suceda, debe considerarse un crimen clasista, pues solo las mujeres de la burguesía podían acceder a anticonceptivos o a un aborto seguro, expresa.
Por otro lado, aborda las emociones que experimenta la mujer en su embarazo y que aunque éste sea deseado, la mujer sufrirá, incluso cita a Hegel con la frase: “el nacimiento de los hijos es la muerte de los padres”, ya nos ha quedado claro que Simone decidió no ejercer la maternidad.
Habla también de qué significan los antojos en el embarazo, los miedos del parto, el intenso sueño que se experimenta y los cambios que pasan en su cuerpo. Dice que el amor maternal es una actitud consciente, no un instinto como nos han hecho creer.
Luego aborda el proceso de la lactancia, con los sentimientos, frustraciones y fatigas alrededor de esto.
Simone es muy clara con su postura, para ella, la maternidad debería ser ejercida por una mujer sana emocionalmente, plenamente consciente de su decisión y con sus realizaciones vivas, incluso dice: “si esperas que la maternidad justifique tu vida, será un fracaso, nada lo hará”. Ella se cuestionaba cómo podían darle a una mujer frustrada e incomprendida algo tan delicado: el cuidado de un bebé.
Después, explica cómo surge el mito de la “mamá abnegada” y porqué a las mujeres les gusta sentirse necesarias y empiezan a justificar su existencia como al principio lo hacían a través de su marido, ahora, a través de los hijos.
También dice que es falso que la maternidad colme a una mujer en su totalidad pues para ella, hay madres desdichadas. Incluso dice que le parece criminal aconsejar tener hijos para arreglar relaciones o como remedio para una depresión, eso haría desgraciados a ambos, a la madre y al bebé; una madre en equilibro y sana, es la única capaz de ser buena madre.
“Que les una su fuerza, no su debilidad. Que la maternidad sea deseada realmente y no solo por unos hipotéticos beneficios, que ni los hombres ni los hijos reemplacen objetivos de vidas rotas, no son un material para llenar vacíos, son una responsabilidad enorme”, nos alecciona.
Incluso dice aquí de nuevo que la sociedad es hipócrita y actúa con mala fe, porque se ve con desprecio a las mujeres, pero con respeto a las madres. Y es una paradoja criminal prohibirle a las mujeres actividades públicas como estudiar, pero al mismo tiempo, le dan en sus manos la empresa más delicada: cuidar a sus hijos.
“Se les impide vivir y en compensación, se les da un muñeco de carne y hueso”.
Para Simone, por el bien del propio bebé, es mejor que la mamá sea una persona completa, que tenga su propio trabajo y una realización de ella misma, para que no la busque tiránicamente a través de él.
Recomienda no dejar a otros el cuidado de justificar tu vida (ni al esposo ni a los hijos), lo más auténtico es asumirlo libremente.
Por eso cada vez, dice, las mujeres reclaman participar en los movimientos donde la humanidad intenta justificarse y superarse. Porque no puede consentir dar la vida, si su vida no tiene sentido. Entre más rica sea su vida en lo económico, político y social, menos exigirá a los hijos y mejor educadora será para él o ella.
Una mujer encerrada en su hogar, dice, no puede fundar por sí misma su existencia, no tiene medios para afirmarse en su singularidad, la cual, no se le reconoce.
Por ello, para la época de Simone y tal como lo expresa en este libro, la forma en que la madre moderna satisfacía su deseo de ser contemplada por otros y no solo como ama de casa, madre y esposa, era con la “vida social”.
Y justo ese es el siguiente capítulo, el tercero, “la vida de sociedad”.
Para Simone esa vida social está llena de parafernalias que la ayudan a “expresar su ser” y a sentir que se apropia de su persona, por ejemplo, al poner tanto empeño a su ornato, al recibir visitas en casa o al ir a una. Pero deja claro que cuando encuentra placer en “adornarse” es porque previamente ya aceptó la vocación de convertirse en un objeto erótico, por el contrario, una mujer que no se arregla rechaza su papel de objeto pero al mismo tiempo, desafía a la sociedad. También puede mostrar su rechazo a los convencionalismos a través de su originalidad al vestir.
Y pone tanto empeño en ello porque la calidad de su arreglo y los objetos que la adornan refleja su situación social. Verse bien es caro, y al mismo es una carta de recomendación en esta sociedad que le ha puesto un valor intrínseco alto a la forma de adornarse de las mujeres. Entonces, los indumentos que quiera portar, determinan su necesidad de dinero (y por ende de frustración si no los consigue).
Y aquí se interconectan otras cuestiones como el empeño en mantener los estándares “ideales de belleza”, por supuesto impuestos, patriarcales y capitalistas, entonces el miedo a envejecer y engordar las hace enemigas de su propia existencia.
Continuamente, he escuchado una pregunta que vuela en el aire, para quién se visten las mujeres, para otras mujeres o para las hombres, muchas personas tienen respuestas diversas pero para Simone, la mujer se viste para mostrarse y se muestra para hacerse ser.
En cuanto a las reuniones sociales que ella organiza, reflexiona que son un enorme estrés por el deseo de impresionar y solo podrá disfrutarlas si no les da demasiada importancia, porque si no, se topará con los tormentos de la vanidad, una que por cierto, nunca estará plenamente satisfecha, así que sigue los consejos de Simone y let it go, porque al final de cuentas, concluye que “la vida mundana no la arrancará de su soledad”.
Termina esta parte de “la vida de sociedad” abordando el adulterio y aquí su postura sigue muy clara, ella está a favor del amor libre porque la rigidez le parece una hipocresía.
Se sigue con el capítulo IV que se titula “Prostitutas y Hetairas” donde aborda el trabajo sexual y menciona que es ahí, donde se resumen todas las figuras de esclavitud de las mujeres, incluso dice que para ella, prostitución y matrimonio son lo mismo, una forma de esclavitud de las mujeres.
Habla sobre “los padrotes”, dice que surgieron para ayudar a las mujeres a cobrar su dinero y evitar malos tratos y violencia por parte de los clientes.
Simone hace una analogía sobre la vida sexual de las mujeres: “si te acuestas con un hombre por nada, eres una puta y si te acuestas y cobras, también”.
En cuanto a las hetairas menciona que también viven en la perpetua esclavitud de agradar, esclavas a su cuerpo y al tiempo para no envejecer, su “independencia” es la fachada de mil dependencias, su libertad es negativa.
El siguiente capítulo, el V es “De la madurez a la vejez”, donde hace una recapitulación de todas las etapas de las mujeres, diciendo que cada una de ellas conlleva un tipo de crisis y la etapa de la madurez no es la excepción, puesto que todavía es joven cuando pierde su atractivo erótico por no ser “fecunda” (llegar a la menopausia), entonces perderá oportunidades de felicidad en el porvenir, cuando aún le falta la mitad de su vida adulta.
Comparte que aproximadamente a los 35 años la mujer está en su pleno desarrollo erótico, tiene muchos deseos que desea satisfacer, llega el momento de hacer un balance y hacer cuentas, entonces se puede dar cuenta de cuánto se olvidó de ella misma, que solo tenía una vida que vivir y se pregunta qué ha hecho con ella, al mismo tiempo se da cuenta que todos los sueños y deseos que no haya realizado, se quedarán para siempre irrealizados.
Entonces, puede suceder que encarne de nuevo la actitud de una adolescente y se oponga a la pobreza y frustración de su existencia. Se sobresalta, sabe que tiene una gran personalidad para un mezquino destino. Querrá volver a intentarlo. Si ya era coqueta, se esforzará por tratar de agradar aún más. Busca la aventura y si la encuentra, se lanza rápido a ella. Se enamora en secreto. Ahora se permitirá una libertad erótica que rechazaba en otro tiempo.
Lo triste, será que descubre su libertad cuando ya no encuentra que hacer con ella y menciona que solo al aceptar que empieza a envejecer, su situación cambiará.
Concluye este capítulo diciendo que una mujer que “ha vivido” conoce más de los hombres que los propios hombres, porque conoce el reverso de la decoración; y que aunque experimente cierta libertad en esta etapa de madurez, siempre esa libertad será un desafío estoico y una ironía escéptica, pues para Simone, ninguna mujer, en ninguna edad consigue ser cien por ciento independiente.
En el siguiente capítulo, el VI aborda “La situación y carácter de la mujer”, donde comienza diciendo que el “eterno femenino” no tiene nada que ver con lo físico o las hormonas, está construido con base en su situación social.
Incluso, dice que aunque las mujeres formemos nuestro propio mundo, el “contrauniverso” de mujeres, siempre coexistirá en el universo masculino, por ende, estamos unidas por una solidaridad mecánica y no orgánica, al final, la realidad la rigen los hombres, seguimos teniendo una posición subordinada.
Cita a Heidegger al decir que la mujer siente que el mundo no es para ella, que es solo un intermediario entre su voluntad y sus fines, ignora lo que es una acción capaz de cambiar la faz del mundo, no usa la lógica, pero cita a Stendhal diciendo que si la usara, sería incluso más ágil que los hombres. Encima, tienen mejor adaptación a las crisis y prefieren los compromisos y transacciones antes que las revoluciones.
Y quien le reclame defectos a las mujeres debería saber que si los tiene, es porque el horizonte le ha sido cerrado. Por ello, concede importancia a las pequeñas cosas, porque no tiene acceso a las grandes, las trivialidades se convierten en algo serio. Le cortaron las alas y después la deploraron por no saber volar.
Pero nadie se satisface con un papel inesencial, por eso somos feministas. Y hacemos de una derrota, una victoria. Porque dondequiera que exista un régimen coercitivo, habrá falsedad y a nadie le gusta la falsedad.
Porque los hombres ejercen privilegios que para nosotras, son injusticias. Pero incluso así, para Simone, la existencia de los hombres es inteligible pero vacía y la de las mujeres, más obscura pero plena.
Aquí, aprovecha a explicar de nuevo la conexión de las mujeres con la naturaleza y con la religión, ama y aprecia más la naturaleza porque aunque “la sociedad cree que esclaviza a la Naturaleza, la naturaleza la domina” y porque en el cielo se reestablece la igualdad de sexos, Dios aporta la esperanza de un porvenir mejor en un cielo asexuado.
Simone dice que lo burocrático y aburrido lo inventaron los hombres, por el contrario nosotras, al interesarnos aún más por las aventuras de nuestro corazón, de nuestra carne y espíritu, podemos generar una verdadera identificación en nuestras relaciones y proyectos, de una manera que el hombre no podría imitar.
Concluye este capítulo diciendo que al final de cuentas, nadie es libre, ni el hombre ni la mujer, pero al menos el hombre tiene más chances de serlo. Para la mujer, no hay otra salida que luchar por su liberación, la rebelión es el único camino para quienes no tienen la posibilidad de construir nada, nos invita a rechazar los límites de nuestra situación y abrir caminos para el porvenir porque resignarnos es dimisión y huida.
Pasa a la Segunda Parte que es la de Justificaciones, aquí, el capítulo I se titula “La narcisista”.
Para Simone, el narcicismo es enajenación, el yo se convierte en el fin absoluto y a la mujer, sus circunstancias la invitan a serlo. Cree que sus gustos son especiales, se crea para sí misma un personaje y cree que su vida es una novela, que lo que le pasa, solo le pasa a ella; se llegan a sentir incomprendidas, que el mundo no reconoce su singularidad, entonces su interior será el templo donde se desarrolla su culto.
Concluye diciendo que una mujer narcisista, al elegirse como fin supremo a ella misma, no escapará a la dependencia, también se consagrará a una férrea esclavitud. Hace de sí misma un objeto sin libertad, y talvez escapa a la dominación de un hombre singular, pero acepta la tiranía de la opinión (cuando se dedica al arte por ejemplo).
El capítulo II, se titula “La enamorada” y menciona que la diferencia del amor para el hombre y la mujer, según Byron es que para el hombre es solo una ocupación y para la mujer, la vida misma, pues como ella no puede, busca trascender su ser hacia un ser superior, un ser soberano (Hombre o Dios).
Entonces la dicha suprema de la mujer enamorada será que el hombre la reconozca como parte de sí mismo, compartir su prestigio con él y reinar juntos, un “sabroso nosotros”.
Un amor auténtico para Simone es cuando se asume la contingencia del otro, sus carencias y limitaciones, no pretenden ser la salvación del uno u otro, sino ser una relación interhumana.
Y para ella, al igual que el matrimonio, el amor romántico es una tiranía insaciable, porque como dice Nietzche: si ambos renuncian a sí mismos por amor, estamos ante el horror del vacío.
También es una tortura y paradoja del amor que aunque la mujer lo quiere para ella y con ella, también lo desprecia si no hace hazañas, si no es héroe, si permanece a sus pies.
Un amor auténtico es el reconocimiento recíproco de dos libertades, no se mutilan, el amor se convierte un enriquecimiento del Universo y entonces se da lo que plantea George Gusdorf “el amor descubre nuevos cielos y tierras en el mismo paisaje donde hemos vivido”.
Y cierra con un statement fuerte para que las mujeres amemos desde la libertad y desterremos la idea del amor romántico: “El día en que a la mujer le sea posible amar con su fuerza, no con su debilidad, no para huirse, sino para hallarse, no para destituirse, sino para afirmarse, entonces el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no de mortal peligro”.
Añade que solo serán posibles amores iguales cuando la mujer tenga realmente independencia económica y fines propios, porque en cambio, la dependencia a un hombre solo puede vivirse en medio del temor y el servilismo.
Desterremos de una vez por todas la idea de que la vida del hombre es una perpetua acción, y la de la mujer, una perpetua ofrenda.
En el siguiente capítulo III “La mística”, amplía sus reflexiones acerca de las mujeres que deciden entregar su vida a Dios, la religión o alguna causa mágica, mencionando que las monjas, al no poder tener sexo, ni hijos, se torturaban con su propia carne, por ejemplo, bebían el agua con la que lavaban los pies de personas con lepra o limpiaban con su lengua el vómito de algunas personas enfermas.
Concluye aquí que tanto lo místico como las practicas narcisistas la llevarán al fracaso, pues tener una relación con un irreal no realiza aprehensión del mundo, no se evade de su subjetividad, su libertad permanecerá injustificada.
Propone como solución proyectar la libertad sobre la sociedad humana por medio de una acción positiva.
Vuelve a insistir con la libertad económica, incluso dice que tener derechos ciudadanos y poder votar son libertad abstractas sin una libertad económica, una mujer mantenida, expresa, no se liberará del hombre por el hecho de tener en sus manos una boleta electoral.
Únicamente el trabajo puede garantizarle una libertad concreta, de esa forma, reconquistará su trascendencia; en sus proyectos se afirma como sujeto, con sus fines, su dinero y sus derechos, experimenta su responsabilidad.
Pero aquí también hace una inflexión puesto que con las condiciones laborales de hoy, el trabajo no es una libertad, aporta que la estructura social debe cambiar, porque la condición de las mujeres ha cambiado. El mundo ya no le pertenece solo a los hombres, las mujeres ya estamos en el espacio público y por ende, la fisonomía que ellos le dieron, debe cambiar (en eso estamos).
Después, se pasa a la tercera parte que se titula “Hacia la liberación”, dentro de esta, el capítulo I es “La mujer independiente”, aquí inicia diciendo que aunque la mujer trabaje, eso no la hace liberarse de las servidumbres del hogar, son herederas de una tradición de sumisión.
En cambio, los hombres no están divididos, su vocación de ser humano no contraría su destino de hombre. A la mujer, para que realice su feminidad, le exigen ser objeto y presa, no quiere mutilarse pero también sería una mutilación repudiar su sexo, pues renunciar a su debilidad es renunciar a una parte de su humanidad.
Aparte, su salario es mínimo comparado con el nivel de vida que la sociedad le exige, el cual es muy alto, ella sabe que es juzgada, respetada y deseada a través de su indumentaria, por ende, pierde mucho tiempo y dinero en su ornato.
Una mujer independiente no ha elegido la resignación, sino la lucha, en suma, menciona Simone que tiene deseos físicos y necesita aventuras sexuales felices, pero aquí llega otro freno para ella, si usa su libertad, se arriesga a perder su “reputación” (un invento del patriarcado), sobre todo en lugares pequeños donde la espían.
Y esta exigencia es porque una mujer que no teme a los hombres, los atemoriza a ellos, por eso, este intentará controlarla con esa falsa idea de reputación que han inventado.
Y luego, con el matrimonio y los hijos, expresa que basta un niño para paralizar enteramente la actividad de las mujeres, por como están construidas las obligaciones de la maternidad, su entorno respeta menos su esfuerzo que el de los hombres, le imponen servicios y ella empieza a titubear entre su pasado y su porvenir.
Y entonces, entre más avanza, más renuncia a nuevas oportunidades, cree que ha hecho bastante por el solo hecho de optar por hacer algo, frena sus impulsos y se obliga a ser modesta, pero la verdad es que hay mucha prudencia en esa modestia.
Tengamos claro que al arrojarse osadamente hacia sus fines, se arriesgan sinsabores y desengaños, pero también se obtienen resultados inesperados. La prudencia siempre condena a la mediocridad.
Comparte que para realizar grandes cosas, lo que esencialmente le falta a la mujer de hoy es el olvido de sí misma, pero para olvidarse, necesita primero estar sólidamente segura de que ya se ha encontrado.
Una mujer creadora da sentido a su vida, al dárselo al mundo, el mundo entero será su escenario. Para afirmarse necesita expresarse, no solo vivir en sueños, ir de aficionada a profesional, sin pereza.
Que no las desaliente la crítica a sus trabajos, el error abre camino al progreso, de él, se pueden extraer lecciones fecundas. Recomienda entregarse completamente a sus obras, no verlas solamente como un intermediario para exhibir su yo, hay que ir por más.
Basta de querer agradar y aportar a los valores del conformismo, expresa, invita a pisotear la prudencia para de emerger más allá del mundo dado, hacer obras que enriquezcan nuestra visión del mundo, que sean insurgentes, que acusen a la sociedad injusta y sean de reivindicación, que se denuncie la dependencia porque así se camina hacia la liberación y al adoptar ante el Universo una actitud desinteresada, se abren los más vastos horizontes.
Pero si queremos recuperar el mundo, hay que entrar a él en una soberana soledad, nos invita a que empecemos a aprender de nuestro abandono y trascender nuestra angustia y orgullo, sin la libertad de ir y venir no se puede ser una creadora/artista, la cultura se aprende a través del libre movimiento, a que nuestro espíritu se lance a un cielo vacío que poblaremos, nos invita también a viajar solas porque eso tiene un alcance incalculable y con la embriaguez de la libertad consideraremos la tierra como nuestro todo.
Nos invita también, a sentirnos responsables de todo el Universo para no caer en la mediocridad, porque para ella, los hombres más grandes son aquellos que han cargado en sus espaldas todo el mundo del mundo, debemos estar dispuestas a asumir ese reto.
Entonces, sintamos los problemas del Universo como propios.
Pero para todo esto, necesitamos nuestra igualdad y libertad, porque mientras sigamos luchando por ser consideradas seres humanas, no podremos crear.
No existen los instintos creadores ni el “eterno femenino”, los hombres misóginos dicen que la mujer por su “neurosis” no crea nada valioso, cuando al mismo tiempo, dicen que la genialidad implica neurosis, qué contradicción.
Hasta ahora, lo que la mujer podía dar a la humanidad se ha perdido, ya es hora, de que se aproveche, expresa.
Por fin llegamos a la conclusión, donde reitera que ningún destino fisiológico impone al hombre o a la mujer una eterna hostilidad, ha sido la sociedad. La mujer es un producto elaborado por la civilización, no es definida por sus hormonas, ni instintos, si no por sus relaciones en el mundo.
Y por eso, confinada en su inmanencia trataba de retener al hombre en esa misma prisión, por eso viven en constante conflicto donde los dos pierden, pues toda opresión crea un estado de guerra, la disputa continuará mientras no se reconozcan como semejantes. Se continuará el circulo vicioso y ambos seguirán siendo víctimas el uno del otro, en cambio, si afrontan su libertades, pueden llegar a un acuerdo.
El hombre se liberaría, liberándolas, pero teme a su poder y por eso, sigue prefiriendo encadenarlas.
Incluso, algunos hombres se atreven a decir que nosotras hemos elegido nuestro destino, cuando a eso nos orillaron, esas son las condiciones, así nos educaron, a preferir a un “amo y a huir de la aventura”. No nos enseñan a asumir nuestra existencia y por eso, a veces dejan fascinar por la esperanza de poder realizar su ser sin hacer nada.
Es simple, no hay igualdad en la desigualdad y jamás se podrá tener justicia en el seno de la injusticia.
Al tener las mujeres organismos autónomos, poder luchar contra el mundo y abolir su dependencia, también se abolirá la de los hombres y ambos la pasarán mejor. Un mundo ideal, es igualitario, sin ninguna frontera de sexo o casta. Ninguna de las objeciones que se oponen a ese cambio es verdadera. La libertad rompe los círculos viciosos.
¿Merecemos que se siga perpetuando una situación negativa para ambos sexos?
Por supuesto que no, y sí pueden existir parejas equilibradas, con una idea de intercambio, no de obligación, ni de sentirse objetos sino sujetos. Sí puede existir la fraternidad entre hombres y mujeres.
Al abolir la esclavitud de la mitad de la población con todo el sistema de hipocresía que implica, la humanidad tendrá su propia significación y la pareja humana tendrá su verdadera figura.
Simone cierra con su vocación marxista y nos invita a hacer triunfar el reino de la libertad, abolir diferencias y afirmar entre hombres y mujeres, nuestra fraternidad.
Terminado por segunda vez el 21 de agosto del 2022 a las 12:52 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Frases favoritas
· Podemos erradicar el patriarcado porque las consciencias se pueden cambiar.
· Todo lo que poseemos, nos posee.
Qué potente reseña mi querida Yuli.
La leí con emoción, a la vez que sentía la tuya en cada palabra, en cada oración.
Siempre que regreso a los piensos de Simone, me generan nuevas inquietudes, nuevas interrogantes y por supuesto me hacen seguir pensando en lo necesario que es el feminismo en la vida individual y colectiva.
Gracias por la reseña, por tu tiempo. Una vez más, amo leerte...❤️
Me llevó casi dos horas leerte, se siente el fuego, en cada cita, en cada palabra, diseccionaste con mucha asertividad cada punto de la autora, me llevaste de la mano, a remover recuerdos que deben deconstruirse y emanar nuevas conductas, recordé un acto de barbarie que sucedió en mi familia en la época de la revolución, mucho enaltecen a Francisco Villa, Doroteo Arango, por ser "héroe" un familiar llamado Melitón Lozoya, es de los que le pasaron factura a Villa, de los muchos balazos que le dieron, unos iban con toda esa máxima que el a hierro mata a hierro muere, este señor secuestró a 3 de mis tatarabuelas y las quemó vivas por no acceder a sus favores sexuales…