En octubre de 2022 pasé 8 días yendo todos los días a un hospital, mi papá fue operado de emergencia por una cuestión en sus intestinos. Esos días de angustia e incertidumbre quedaron atrás, mi papá está recuperado gracias al excelente trabajo de los ángeles doctores que nos topamos en el camino.
Durante esos días, fueron muchas las cosas que hice para calmar la tristeza, duda y desesperanza. Una de ellas, fue leer.
Tenía en mis manos dos libros nuevos, que había adquirido en el Sanborns de mi ciudad (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas) justo unos días antes del caos de la operación: “Ciudad de Mujeres” de Elizabeth Gilbert y “La cabeza de mi padre” de Alma Delia Murillo.
A mitad de nuestros días en el hospital, terminé “Ciudad de Mujeres”. Me tocaba iniciar con “La cabeza de mi padre”, recuerdo que ese día papá ya estaba un poco más recuperado de la operación y podía sostener objetos con las manos, lo hojeó y me dijo: “Se ve muy bueno hijita, cuando lo termines, me traes mis lentes y ojalá pueda leerlo”.
Sigue pendiente tu lectura papito, acabo de recordarlo.
Sinceramente, antes de leer “La cabeza de mi padre” no sabía a qué me enfrentaba. Claro que había visto el libro recomendado por todos lados, especialmente en Twitter donde a diario aparecía en mi pantalla alguna persona usuaria de la red social compartiendo una foto del libro con una taza de café al lado, contando lo maravillosa que había sido su lectura, que no se habían desprendido hasta terminarlo y siempre, arrobando a la autora (muy tuitera, por cierto) Alma Delia Murillo (@AlmaDeliaMC).
No me podía quedar atrás, no siendo parte de la obra que había despertado una ola lectora que hace mucho no veía en México.
Yo también quería tuitear que ya lo leí, y sobre todo, yo también quería hacer una reseña de “La cabeza de mi padre”.
Y, sobre todo, cuando la autora es mexicana y es mujer.
Con eso de que últimamente solo leo a mujeres.
Entonces, en cuanto vi un ejemplar disponible en el Sanborns de la Plaza Galerías, si, en ese donde fueron mis primeras salidas de adolescente sin mamá y papá, dije: me lo llevó.
Su lectura inició en esos días de hospital, en los ratos de calma mientras papá dormía y que no había ninguna enfermera, enfermero, doctor o doctora dándonos instrucciones.
Si les soy sincera, al principio creía que sería una especie de homenaje a los papás, vivencias de un conjunto de paternidades o un análisis de la paternidad, no imaginé toparme con una vivencia tan personal y una de las mejores novelas que se han escrito en los años recientes en México.
Al terminarlo, van a sentir que Alma Delia es su amiga íntima. La forma en como conecta con sus lectoras, es tan transparente y cercana, que puedes empatizar con ella de ahora en adelante en todo lo que emprenda.
Ahora, estaremos su público lector diciéndole ¡Tú puedas! ¡Estamos contigo! ¡Así como pudiste con aquello, podrás con esto! Y sin duda, hoy su círculo de amigas y amigos se amplió a un enorme número de personas que creen en ella, la admiran y reconocen su valentía. Por supuesto, me incluyo en ese círculo.
Esa es la conexión que logra la transparencia y la autenticidad en la escritura.
La idea de la lectura que tuvo más impacto en mí, fue una que precisamente citó en mi próximo ensayo sobre la situación del aborto en México:
Los hombres también abortan y lo hacen de manera impune.
“Porque, bien visto, al menos en este país, son los hombres quienes abortan masivamente; son los hombres quienes abortan de facto a sus hijos, legiones de padres renuncian a millones de hijos y no tuvieron que promover ninguna ley ni arriesgar el cuerpo en una clínica insalubre, nada”
Incluso incluye datos, “la ausencia también tiene datos”: 12 millones de hogares tienen un padre ausente en México, unos 26 millones de hijas e hijos sin padre.
Son 204 páginas que sí, tenían razón aquellas tuiteras y tuiteros, te puedes aventar en un fin de semana sin despegarte, porque el libro está creado para no querer quitar los ojos de la lectura, para investigar qué pasará en el siguiente capítulo.
Alma Delia soltó el dolor del pasado y la angustia del futuro, como psicóloga puedo argumentar que aprendió a vivir en el presente. Muy mindfullness de su parte. Eso es “La cabeza de mi padre”, su graduación como persona que ha sanado el pasado, quitó peso a la angustia del futuro y ahora vive el presente (entre sus presentaciones de libros, conferencias y proyectos), que están cayendo con más fuerza que el agua que recorre la cascada Velo de Novia en el Chiflón, Chiapas.
Y al mismo tiempo, con toda esa sinceridad, también tuvo su graduación como una gran paciente en terapia (porque sí, también nos comparte muchas de las pláticas que ha tenido con su terapeuta).
Por otro lado, ha logrado una descripción infalible de la cruda realidad mexicana: el impacto que tiene el crimen organizado en las familias, la desigualdad social, el alcoholismo que inunda tantos hogares, el fanatismo religioso, la ausencia de los padres y el enorme esfuerzo que hacen miles y miles de mujeres en México para sacar adelante a sus hijas e hijos.
Todo eso también, es La cabeza de mi padre.
Pero también es el sabor de México, la algarabía combinada con inseguridad de sus carreteras, las letras de Juan Gabriel, el amor sapiosexual, la historia de una mujer joven que, para lograr estudiar, tiene que trabajar y aguantar acoso y hostigamiento sexual, y encima tiene que convencerse así misma de lograr el patético equilibrio al que nos obligan las instituciones y empresas:
No parecer más brillante que las y los jefes, pero tampoco tan sumisa y débil, para lograr subir de puesto.
“ya había aprendido la lección: el bajo perfil, mujer, mantén el bajo perfil; no seas ambiciosa, mujer, no alborotes, no pidas cambios, no provoques, mujer, ve poquito a poquito, sonríe, mujer, complace, mujer habla en plural de lo que hagas, aunque lo hayas hecho solo tú. No toques la piedra angular de la testosterona, mujer”.
“una vez que dominé el truco de los matices del bajo perfil, resulté la empleada ejemplar”, menciona la autora.
En cuanto a la denuncia de abuso sexual que hace Alma Delia en su libro, a quien le pone nombre y apellido: el doctor Federico Bonilla Marín, Alma Delia te reitero que #YoTeCreo y que #NoEstásSola, gracias por tu valentía, gracias por sanar, gracias por compartirlo.
Pero no solo eso, también nos comparte desde su profunda resiliencia que fue víctima de abuso sexual infantil, como los millones de niñas y niños en México. Nuestro país ocupa los dolorosos primeros lugares a nivel mundial de este flagelo. En el caso de Alma Delia fue a los 6 años y su agresor se llama Mariano.
Y precisamente, hay otras dos cuestiones por las que conecté de manera particular y especial con Alma Delia: es feminista, lo cual deja claro en muchas ocasiones en el libro, pero no solo por ser víctima del patriarcado como todas las mujeres, sino por convicción y elección personal. Además, porque explica de una manera hermosa la soledad a la que nos entregamos las personas que amamos los oficios de leer y escribir.
“La cabeza de mi padre” es el relato de una familia que emprende un viaje para conocer el paradero de su padre ausente, todo, motivado por la intuición y el presentimiento de una de sus hijas, que siente que va a morir.
¿Es esa hija Alma Delia, el padre se muere? Eso no se los contaré, porque sería spoilear y quiero que ustedes lean esta joya de libro.
Lo que sí les puedo compartir es que con el cierre sentí que el libro es también una enorme carta de amor, perdón y alivio que Alma Delia escribe para ella misma, pero ha sido tan gentil de compartirla con el mundo, por eso, gracias Alma Delia.
Gracias por compartirte. Sigue haciéndolo porque te haces (y nos haces) mucho bien. Y muchas gracias a ustedes por estar aquí y leerme, leernos.
Con amor, Yuli Zuarth.
Frases favoritas
Escribo para soltar el dolor del pasado y la angustia del futuro.
Entonces hice lo que suelo hacer para controlar el pánico: me senté a escribir.
Esa era la frase favorita de mi mamá: yo soy madre y padre a la vez, soy mapá.
La historia era la misma, pero yo había movido el lugar desde donde la veía. El verdadero milagro es cambiar el punto de vista.
El deseo siempre encuentra el modo.
Disfrutar está permitido.
Hay gente con talento para la vida en su sentido más esencial.
Para mí, aquella falta de privacidad era el espanto; yo que amaba el silencio de los libros.
Cómo lucho mi madre para que sus hijos fuéramos personas enteras cuando el mundo se empeñaba en rompernos.
Esa mujer era madre de mi madre, esas dos mujeres tan diferentes me habitaban.
No hay familia sin herida.
Siempre estoy oyendo poesía, aunque sea incapaz de escribirla.
Hay que llegar a los cuarenta años para aquilatar todo lo que vale eso, ir por la vida tomada de la mano de tu madre. De adolescente lo odiaba.
La intuición dispara con una puntería ineludible.
La voluntad supera cualquier diagnóstico; la historia de la humanidad es un inagotable ejemplo de ello.
El cuerpo intuye el abuso. El cuerpo aprende todas y cada una de las señales que mandan los abusadores. El cuerpo está siempre vulnerable y el alma lo sabe.
Los hombres no perdonan a las mujeres que demuestran tener mejor perfil profesional que ellos. No lo perdonan, no pueden, es como si atentaran contra el castillo que sostiene su reinado de testosterona.
Se me oxidaba el corazón debajo de esas grises ropas de empleada corporativa porque yo quería dedicarme al arte, quería ser escritora: soñaba con ejercer alguna labor que me permitiera levitar.
Según explicó el ginecólogo, mis ovarios estaban estresados; yo lo corregía: no, están frustrados, ellos lo que quieren es escribir y yo los tengo entregando reportes de ventas cada lunes aciago.
Soy la peor del mundo, decía mi madre sin haber leído a Sor Juana.
Cuánta belleza había en su resistencia. Cuánto amor en su no rendirse, a pesar de estar perdiendo la cordura.
Mi madre me daba el mar y me daba las herramientas para navegarlo.
Desde que tengo memoria he sentido las cosas que les sucedían a las demás personas, desde un mal gesto a una crítica, un golpe o simples cambios de humor, casi como si me ocurrieran a mí. Mi empatía es extrema. Parece ser que esto es típico de la gente que tiene sinestesia de tacto-espejo.
La empatía entre las mujeres es única, total, poderosamente reparadora.
No exagero si afirmo que la terapia me salvó la vida.
Mi alma ansiosa es también una aliada para la creatividad.
Con el miedo no queda más remedio que aliarse. Con el miedo no hay que entrar en guerra, sino en alianza, eso también se aprende con los años.
Muy pronto me vi devorada por la curiosidad de descubrir autores, autoras. Lo que yo quería, de verdad, era leer debajo de un escenario, sin que nadie me viera, y escribir encerrada en una habitación. Sola. En silencio.
Mi naturaleza empataba bien con un oficio solitario. Todavía hoy siento que me perturbo sin una buena dosis de soledad diaria.
Ah, el mundo y su infinito arsenal de mierda machista.
Me acostumbré a una rutina demoledora: levantarme a las 5 de la mañana para escribir durante dos horas antes de salir corriendo a la oficina con mi cara de empleada satisfecha y escritora insatisfecha.
Diecisiete horas de trabajo al día durante años. Soy mi propia explotadora laboral.
¿Por qué tan solitas? Porque dos o más mujeres juntas no estamos acompañadas, estamos solas.
Si yo solo quiero querer y que me quieras, esa es mi verdad más honda.
El cerebro transita por lugares tan desconocidos que, bien pensado, debería darnos terror confiar tanto en esta cosa que portamos arriba de los hombros y llamamos cabeza porque es capaz de dirigirnos al paraíso o al abismo sin que podamos apenas darnos cuenta.
Éramos de verdad, un escuadrón de cicatrices, accidentes, quemaduras y ayunos prolongados.
Ser mujer y crecer en un país donde asesinan a once mujeres cada día es sobrevivir.
Llevo dentro de mí a todas las mujeres que han vivido un abuso como ellas me llevan dentro suyo.
Nosotras sabemos que hay un larguísimo tramo de nuestra vida que puede durar tres décadas (o más) donde cada día, en cada lugar, en cada espacio público, en muchos espacios privados, en cada intercambio profesional, laboral o social, habrá un hombre que te acose.
No entiendo el azar del dolor cuando se concentra en un solo cuerpo.
Diciembre como último mes del calendario con todos sus rituales existe para que podamos sentir que algo termina y que luego podremos volver a empezar.
No sé de qué depende la fortaleza de espíritu, no sé dónde radica la resistencia del alma, no entiendo por qué hay tragedias que reducen a estados miserables a algunas personas mientras que otras se imponen a ellas y no solo las superan, sino que las transforman en estados luminosos.
Yo escribo para que mis padres no desaparezcan.
¿Quieres llorar donde nadie te vea?, sal a las calles de la Ciudad de México
Hacerse adulto implica cometer una larga lista de asesinatos psicológicos: hay que dar muerte a parejas, amigos, creencia de origen. Es un recorrido ineludible pero no por ello menos doloroso.
¿Qué es exactamente estar en deuda con los padres y cómo y cuándo se cubre ese saldo pendiente?, ¿Hay forma de liquidar semejante cuenta por pagar? Será que no nacemos libres sino endeudados.
“Los hombres siempre vuelven”
Y sí, abuela, de ti me acuerdo, todos los días de mi vida. No hay uno solo que tu boca no hable por la mía, que tus manías no ganen terreno en mi psique”
La vida es una jornada de batallas campales para juntar nuestras partes, de eso se trata el viaje que todas y todos hacemos.
Mi vida cambió el día que comprendí que todo lo que ocurre, ocurre para ser contado. Que la humanidad se sostiene no solo de su reproducción incesante, sino de la narración incesante de su historia, de nuestras historias. De modo que escribir es mi forma de fertilidad.
Gracias por compartir, tendré que buscar el libro y darme el tiempo para entender un poco más, las paternidades que abandonan a sus hijas e hijos, no las comprendo, sino funcionó la relación con la madre, no es excusa para desaparecer, al final andan como perros arrastrándose a querer aparecer en la vida de sus hijas e hijos, porque en su vejez sienten la ausencia, el karma es hermoso pone todo en su lugar tarde o temprano, es horrible sufrir acoso de todo tipo, ultrajes, violencia y lo peor que el entorno lo perciba como algo "normal" la valentía de quienes denuncian, me quedó gradaba la participación de una chica estudiante de la UNAM, que valientemente compartió en la marcha…