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Reseña del libro "La guerra no tiene rostro de mujer"


¡WOW! Sólo puedo decir que estoy totalmente conmovida. Qué obra tan grande, con razón es un “Premio Nobel de Literatura” y con mucha más razón encontraba este título en todas las listas con recomendaciones de libros que toda mujer debe leer.


Para empezar, ¿una guerra? Todas y todos los que no hemos vivido una, tenemos una vaga idea de lo que es una guerra, tal vez por alguna película, serie, por los libros de historia o por lo que hemos escuchado a través de los años. Nos imaginamos a los soldados, a las enormes armas y tanques, los aviones y tal vez un círculo de estrategas de guerra discutiendo su siguiente golpe.

Eso era lo que yo imaginaba. Después de este libro he quedado totalmente conmovida y sé que no estaba ni cerca de tener idea de lo que realmente es una guerra. La guerra no son momentos, son años, esos años que tú invertirías en estudiar una maestría, tener un bebé o construir una carrera profesional sólida, hace algunos años, millones de jóvenes alemanes (as) y rusos (as) lo los invirtieron en una GUERRA.


¿Qué culpa tenían? ¿Ellos y ellas eligieron ese destino? Por supuesto que no, pero otra cosa que aprendí es que estaban más que dispuestos y dispuestas a dar su vida por su patria, por su país, y vaya que para muchos fue así. Otros y otras más, tuvieron la fortuna de sobrevivir y con su voz y sus recuerdos, nos contaron los relatos que están en este libro.


Dato curioso: Al principio, quisieron censurar el libro, el patriarcado siempre intentando frenar el avance a un mundo igualitario, se escudaban diciendo que le quitarían méritos a la lucha y heroísmo soviético, ¿Cómo era posible reducir la valentía y fortaleza de los soldados a nimiedades como los sentimientos y vivencias de las mujeres? Pfff qué equivocación, si supieran que eso les dio todavía más valor y heroísmo.


¿Cuál es la máxima lección de este libro? Que nos enseñan la guerra a través de los ojos de las mujeres. Invisibilizaron su lucha durante años. Te sorprenderá saber la cantidad de mujeres jóvenes que participaron en la guerra, que dejaron sus libros, sus mochilas, sus camas, su hogar, sus vestidos, sus zapatos bonitos y sus sueños de adolescente de 15 años para caminar junto a los soldados, ya sea como enfermeras, manejando trenes y aviones, cocinando, lavando ropa o entrando a batalla con armas en la mano, para lo cual llevaron entrenamiento y aprendieron a disparar.


¿Saben qué fue lo que más me sorprendió? Que cuando la victoria para el pueblo ruso llegó, y las mujeres regresaron a casa, después de despertar de esa pesadilla e incrédulas de la vida que les esperaba por delante, las recibían con desprecio, con prejuicios, incluso preferían esconder todo rastro de que habían participado en la guerra, las veían mal, y si algún hombre decidía casarse con alguna de ellas, era una deshonra para la familia. Qué fuerte ¿no creen?, después de arriesgar tu vida y regresar con estrés postraumático eras juzgada en tu propio país.


Dentro de los soldados, había resistencias, les costaba aceptar que una mujer combatía junto a ellos, pero no se rendían, eran unas verdaderas GUERRERAS y demostraban con acciones que también podían luchar por su patria. Al final, se acostumbraban e incluso las llegaban a reconocer con diferentes condecoraciones.


Y sí, aunque muchos compañeros soldados fueron amables con ellas, las llamaban ¡hermanitas!, las protegían y les agradecían que curaran sus heridas, también existieron abusivos que violaban. Imaginen el momento para esas mujeres, en guerra y siendo violadas.


Algunas palabras, adquirieron otros significados:


Familia. Son desgarradores los ejemplos de cómo una familia podía quedar completamente destruida después de la guerra. Las y los padres, sí, se preocupaban por que sus hijos irían a la guerra, pero también se sentían sumamente orgullosos(as); era sorprendente el fuerte nacionalismo, la devoción al comunismo y a las ideas de Stalin que las y los rusos demostraban. A algunos los llamaban, pero otros pedían insistentemente que los mandaran, ellos y ellas mismas suplicaban que los inscribieran a las filas.

Vida. Es efímera. Cuando terminé el libro, pensé “qué bendición que estas mujeres están vivas, que tienen voz, que, aunque arriesgaron su vida durante años tuvieron vida después de la guerra”.

Muerte. Aprendes lo fría que puede ser, mientras hoy en día podemos tener rituales de despedida para nuestros seres queridos, en los momentos de guerra, llega tan rápido que los cuerpos pueden quedar hundidos unos a otros en medio del bosque, llenos de nieve o de tierra, dependiente la estación del año en la que te tocó irte de este mundo. Dios bendiga a todas esas personas, tanto alemanas como rusas que dieron la vida por esa pelea que ellos no eligieron.

Amor. El amor es tan mágico que puede estar presente ¡hasta en una guerra! Me emocionaban las historias de amores que surgieron en medio de esta catástrofe humana, muchas terminaron en final feliz, casándose al llegar la victoria, otras quedaron en hermosos recuerdos que según cuentan, les dieron fortaleza para resistir.

Resiliencia. Sin duda, cada palabra refleja la enorme resiliencia y capacidad de levantarse, vivir el duelo y aprender de él, porque, aunque los libros de historia digan que Rusia ganó la guerra, para las personas que estuvieron en ella, que no sobrevivieron, o que sobrevivieron, tan sólo empezó otra guerra: la interior. El tener que soportar el estrés postraumático, las pesadillas y terrores nocturnos, el sentir que alguien te persigue siempre, el sentir los ruidos de las balas recorriendo tus oídos, el no soportar usar ropa roja porque te recordaba a los compañeros llenos de sangre.


Para nosotros y nosotros un día de nieve puede ser hermoso y divertido, incluso algunas personas disfrutan salir a esquiar, pero ¿un día de nieve en la guerra, en medio del bosque, sin dormir y comer, cargando un arma pesada recorriendo kilómetros con botas duras que te quedan enormes porque están hechas para hombres? ¡Incluso podían quedarse dormidas caminando! Ni siquiera sabía que eso era posible. Estos son sólo algunos ejemplos de todas las dificultades que pasaron las mujeres. No les quiero contar más, quiero de verdad que se den la oportunidad de leer el libro.


No puedo más que hacer un reconocimiento y aplaudir de pie el gran trabajo de Svetlana Alexiévich, gracias por abrirnos la puerta a un nuevo mundo, a un nuevo paradigma, a un nuevo sentido de vida y a una nueva forma de sensibilidad, que no sabía que vivía en mí.


Con amor, YZ.

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