Me tenía que reencontrar con ellos, muchos años después. Y digo con ellos porque me reencontré con dos entes: con Galeano y con su libro, Las venas abiertas de América Latina (Las venas, de ahora en adelante).
Creo que Galeano, con su libro, creó un ente, un culto, una comunidad. Por eso les veo como dos partes. Por un lado, camina Galeano, el hombre de izquierda, incómodo, revolucionario, transgresor, académico y escritor. Y, por otro lado, camina y va abriendo paso su libro.
También va abriendo brecha a todas aquellas personas que como tú y como yo, abanderamos y abrazamos las causas de izquierda.
Al leer Las venas, tienes que estar consciente de que tu visión de cómo estás parada/o en este mundo, en esta región, en este país y en tu comunidad, no será la misma. Cuando escuches la palabra América Latina, Latinoamérica, latinas, latinos, hispanohablantes y derivados, tu concepto de lo que hemos atravesado y resistido, será otra.
Galeano es claro y contundente desde un inicio: La historia del subdesarrollo de América Latina es la historia del desarrollo del capitalismo. Unos ganaron, gracias a que nosotros perdimos.
Y no es que Galeano reniegue de sus orígenes, de la belleza de la región, es consciente de ella, pero todo en su libro es visto desde una visión crítica, de análisis y de respuestas ante la injusticia que atravesamos.
“Estas tierras espléndidas que podrían brindar a todos lo que a casi todos niegan”
Y sus respuestas van al mismísimo origen, desde aquel viaje que emprendió Colón pensando que había descubierto América, pero en realidad había llegado a Asía por atrás, cuando Américo Vespucio exploraba Brasil y cuando Hernán Cortes hipotecó todo para viajar a México. Todo eso nos lo cuenta, nos lo relata.
Habla de todas las regiones de América Latina, pero por obvias razones, profundizaré en lo que sucedió en México, por ejemplo, nos cuenta que Moctezuma creyó que Hernán Cortes era el dios Quetzalcóatl que volvía, y también nos relata como los españoles destruyeron el Lago de México de la Gran Tenochtitlán, buscando oro.
Más al sur, en Bolivia, también destruyeron el cerro Potosí, saqueando la plata que dio riqueza a Europa “América contribuyó al progreso ajeno” pero ahora, “solo quedan vivos los fantasmas de la riqueza muerta”.
México tampoco se salvó del saqueo de la plata, sobre todo en Zacatecas y Guanajuato, aquí nos comparte un dato curioso: Lucas Alamán fue un patriota que intentó salvar la industria de la plata en México, enfrentándose a los abusos de los extranjeros.
Son desgarradoras las historias que nos comparte, de cuántas vidas cobró el trabajo de las minas buscando plata, pues eran pésimas las condiciones y hacían que muy pocos sobrevivieran.
Con Galeano recordé la belleza de una palabra y todo lo que implica: libertador, libertadora.
Y con ella, nos relata la historia de la independencia mexicana, nombrando al cura revolucionario Miguel Hidalgo y a José María Morelos y Pavón que acompañaron la insurgencia indígena y la revolución social.
Basta ya de que padezcamos la maldición de nuestra propia riqueza, por mencionar un ejemplo: la riqueza del henequén en Yucatán y Sonora, pues ¿a qué costo? Al costo de la explotación y sangre de esclavos en las haciendas. No gracias.
Lo mismo con la plata, el oro, etcétera.
“La generosidad de la naturaleza, los condena al despojo y al crimen”.
Saquearon la plata del cerro potosí en Bolivia, de Guanajuato en México y el oro en Brasil. Ellos se hicieron ricos con nuestra desgracia. Aquí, moría la gente esclava en las minas y nuestros territorios quedaron pobres y divididos.
Lo mismo con la riqueza natural, curativa y creadora de las plantas, de lo que nace en la tierra: entre más codiciado por el mercado mundial, más es la desgracia que un producto trae a Latinoamérica que con su sacrificio, lo crea.
Por ejemplo, en todas aquellas tierras que por tantos años sembraron caña de azúcar, hoy por el desgaste, la gente no puede sembrar nada y mueren de hambre: “el alimento de las minorías se convierte en el hambre de las mayorías”.
Bien decía Augusto Cochin “la historia de un grano de azúcar, es toda una lección de economía, política y moral”.
Una de las cosas que más me heló la sangre fue leer como llegó a existir una compañía que comercializaba el tráfico de esclavos del viejo continente a América. Sí, una compañía con nombre, ganancias, trabajadores, inventario y facturas, se llamaba Compañía Guinea, qué horror.
Y ahí no acaba el horror. Nos contó que el duque de York, llegó a marcar con hierro candente sus iniciales DY en la nalga izquierda de los tres mil esclavos que tenía a su cargo, trabajando en los sembradíos de azúcar.
Mis respetos para Gran Bretaña, que fue la primera en impulsar una campaña antiesclavista, de hecho, la primera ley que prohibió la esclavitud en Brasil, fue inglesa.
Los mismos abusos pasaron con el cacao, el café y el algodón. Por ejemplo, en México una sola empresa gringa controlaba todo el mercado del algodón en México.
“Juan Valdés en Colombia sonríe, pero sus cultivadores, no”, desde el análisis histórico de Galeano, el café llevó guerra y hambre a Colombia.
Amo el café, ustedes lo saben, pero no me puedo cegar ante la realidad que Galeano nos describe: “el café beneficia más a quienes lo consumen que a quienes lo producen”.
Otra cosa que ya no veo igual después de leer a Galeano y partir de ahora, cuestionaré y analizaré más a fondo los intereses que defienden instituciones como la OEA, el BID, el FMI y todas las instituciones gringas, porque ¿realmente buscan ayudarnos o defienden su supremacía?
Galeano nos cuenta como el FMI fue creado para institucionalizar el predominio financiero de Wall Street en todo el mundo.
Para el autor, la “caridad internacional no existe”, ya que esas instituciones operan a favor de EUA y “la ayuda externa, es en realidad, una ayuda interna”.
Qué fuerte.
Por ejemplo, si nos prestan para construir una carretera, es porque beneficiará a una empresa gringa y sus operaciones de transporte.
Expresa en ese sentido el autor: “quienes producen la carne, han perdido el derecho de comerla”, qué injusticia. Y al leer esto, me inspiré a escribir lo siguiente:
“Hay ironías injustas o talvez, las ironías son siempre injustas”.
Por otro lado, ¿Qué creen? Chiapas es mencionado en este icónico libro, cuando nos habla de la Reforma Agraria que encabezó Emiliano Zapata en el sur, pues Chiapas estaba lleno de esclavos trabajando en los bosques para comercializar madera y frutas.
Fue también, leyendo a Galeano que comprendí la magnitud del robo que EUA hizo a México, cuando en 1845 nos quitaron Texas, California, Colorado, Nueva México, etcétera, todo ello, equivale a lo que hoy es Argentina entera.
“En América Latina siempre se entregan los recursos en el nombre de la falta de recursos”.
También nos cuenta lo que pasó en Chile con el cobre y el intento del izquierdista presidente Salvador Allende, de nacionalizar la minería.
Pero eso sí, aunque se logren los mejores acuerdos y exista una ganancia “justa” para todas las partes: ningún impuesto compensa el agotamiento de los recursos que la naturaleza ha dado y no renovará. Coincido.
En relación al “oro negro”, el petróleo, hace un extenso análisis y qué irónico ¿no? Que mientras el precio del petróleo ha ido descendiendo, el costo de la gasolina ha ido aumentando.
Aquí, hace mención especial a nuestro ex presidente Lázaro Cárdenas, mencionando que fue muy valiente al nacionalizar el petróleo, negarse al saqueo gringo y las empresas abusivas, logrando que PEMEX sea actualmente, la mayor empresa de petróleo no extranjera de América Latina.
¿El libre mercado debilitó el mercado interno? Para Galeano sí, pues parafrasea a Marx diciendo que “los librecambistas no entienden como un país se puede hacer rico a costa de otro, así como otros no comprenden como dentro de un país, una clase se hace rica a costa de otra”.
Hace un análisis, por ejemplo, de las líneas de ferrocarril que se construían en la región, pues muchas veces eran a beneficio de las empresas extranjeras, para facilitar el traslado de las mercancías que movían: “nos endeudábamos para construir líneas de ferrocarril que servían para conectar los puertos, para trasladar sus mercancías, no para la conexión interna”.
Por ello, enfatiza en decir que “cada vez que el imperialismo se pone a exaltar sus propias virtudes, conviene, revisarse los bolsillos”, pues el imperialismo extiende la pobreza, concentra la riqueza y “los salarios de hambre de América Latina, contribuyen a financiar los altos salarios de EUA”.
Les invito a reflexionar con Galeano y conmigo: “los bancos gringos vienen a América Latina y guardan nuestros ahorros, pero nosotros, ¿podríamos hacer eso? ¿que un banco de México guarde los ahorros de las y los estadounidenses en Estados Unidos?
La respuesta genera tristeza.
“El desarrollo es un banquete con escasos invitados y los platos principales están reservados para mandíbulas extranjeras”.
La versión que leí, tiene una carta que Galeano escribió siete años después de publicar Las venas, en la cual, reflexiona profundamente de todo lo que le trajó su publicación y de cómo veía el panorama en ese momento.
Entonces, se pregunta ¿no será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser desecha?
Qué gran cuestionamiento.
Seguía convencido de que “el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno”.
Plantea que es una hipocresía que las personas intelectuales y extranjeras nos llamen “países en vías de desarrollo”, pues si la riqueza continúa concentrándose y la pobreza difundiéndose es precisamente por todos los abusos que esos países “ricos” han hecho en nuestra región.
Y han contribuido a que seamos ecos perdiendo nuestra propia voz, que las y los trabajadores de América Latina seamos rehenes de la prosperidad ajena, manteniéndonos prisioneros pues “el dinero de la ganancia de nuestros recursos, viaje a EUA y Europa para regresar en forma de empréstitos”.
Por ejemplo, me puso la piel chinita lo que reflexiona sobre el negocio de agricultura de exportación en México: “lo que comen las vacas en México tiene más proteínas que la dieta de los campesinos que las cuidan. Y la carne de esas vacas se destina a unas pocas bocas privilegiadas”.
Dato curioso: Galeano terminó de escribir Las venas en 1970, hace 53 años.
Basta ya de que tanto la economía y la injusticia social crezcan a la par.
Basta ya de que nos vendan la idea de que el subdesarrollo es una etapa previa al desarrollo, es más bien, su consecuencia.
Pero al igual que Galeano, tengo fe en que “cada acto de destrucción, encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación”.
Lo sé porque eso hacemos las feministas todos los días.
Con cada violencia, con cada injusticia y con cada desigualdad, creamos. Creamos paz, creamos justicia y creamos igualdad.
Vamos todas y todos, por una realidad en la que todas las personas, estemos invitadas a “la fiesta del mundo”.
Gracias por leer, con amor, Yuli Zuarth.
Frases favoritas
“El burocrático temor a la imaginación creadora y a la libertad de decisión”
“Te radicalizas junto con la revolución”
“El siempre efímero soplo de las glorias y el peso siempre perdurable de las catástrofes”
“El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes”
“Tierras ricas, hombres (y mujeres) pobres”.
“Leyes hechas por pocos y soportadas por muchos”
“Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres”
“A veces la incapacidad de comunicación, se esconde en virtud intelectual”
Prácticamente todos los datos de ese libro son falsos o interpretados de forma erronea. Es una ensalada de creencias y datos sueltos. Algo si contribuye el autor, te da el panorama claro de esta región: la creencia de sus habitantes es similar al del libro, esa es la razón del subdesarrollo y pobreza.