No sé si me crean si les digo que este libro, es una de las razones por las que hoy estén leyendo esto, Rosario Castellanos a través de Mujer que sabe latín nos hace una atenta invitación a escribir, a buscar medios para expresarnos y ver en nuestras historias una fuente inagotable de inspiración para crear, y esa fue una de las razones por las que decidí abrir mi blog.
¿Cómo llegó a mí? También me lo regaló mi mamá, de hecho, los dos libros que les he compartido de Rosario Castellanos me los dio ella; Balún Canán es mi novela favorita y Mujer que sabe latín es hasta ahora, mi ensayo favorito de la vida.
¿Qué esperar de Mujer que sabe latín? Una conversación íntima con Rosario, con su pasión por escribir y con su feminismo, y sobre todo, un entendimiento de sus obras.
La primera hoja es una de mis favoritas, léela con atención, desde ahí me atrapó y supe que tenía que acomodarme y gozar el viaje, nos describe de una forma poética lo que el patriarcado ha hecho con nosotras, reduciéndonos a un mito, a un objeto, a lo usurpado, a la pasividad y a la inercia, así es su entrada.
Su feminismo bello y radical expone que el patriarcado al no poner deshacerse completamente de nosotras (lo que significaría su triunfo) nos ve como el "enemigo derribado" y siente una amenaza en cada uno de nuestros movimientos, incluso tiene tanto miedo de que nos revelemos, que por eso actúa con violencia hacia nosotras: "y el miedo engendra nuevos delirios monstruosos”; por ende, nos relegan a lo privado, nos excluyen de las universidades, de lo político y de las iglesias.
Nos han impuesto la belleza, con un sinfín de requisitos que nos hace habitar nuestro cuerpo como si fuese una cárcel: tenemos que lucir esbeltas, con pies y manos delicadas y pequeñas; quieren que seamos una estatua sin movimiento y sin libertad, relegadas en los salones de belleza, incómodas sin poder mover las manos porque el barniz se puede echar a perder. Al estar nosotras inmovilizadas, ellos no corren el riesgo de que luchemos por nuestra libertad y emancipación.
También se han metido con nuestra intimidad, nos han enseñado a no conocer, ver, tocar, explorar y disfrutar nuestros cuerpos, de hecho, inventaron a la pureza y a la virginidad. Según el patriarcado, el hombre tiene que ser el mediador para descubrir nuestros cuerpos, necesidades y deseos, aunque en el caso de ellos no sea así.
Nos habla de lo que siente acerca de la maternidad, el patriarcado también nos impone la idea de que para sentirnos “realizadas” e incluso como era antes, para ser consideradas ciudadanas teníamos que ser madres. Rosario no romantiza el embarazo, incluso lo llama un acto catastrófico que solo padecemos las mujeres y que concluye con la abnegación obligada.
Pero no todo se termina en exponer lo que el patriarcado ha intentado hacer con nosotras, al final nos llena de esperanza al decirnos que nosotras, gracias al legado de las feministas que nos han antecedido, nos hemos ido insertando al punto que nos corresponde en el Universo, en el que también tenemos derecho a brillar: “giramos en nuestra propia órbita”, nos invita a no renunciar a nuestros valores. Nosotras tenemos una fuerza que nada doblega, somos tercas, persistentes, resilientes ante los fracasos, rompemos los modelos que la sociedad nos ha impuesto y nos elegimos a nosotras mismas.
Todo esto sucedió, según Rosario, gracias a lo que Sartre llama “situación límite”, por ejemplo cuando Sor Juana, como nos lo comparte, rompió su celda. ¿Se imaginan mi emoción al leer que una de mis ídolas favoritas (Rosario Castellanos) pone de ejemplo a otra de mis idolas favoritas (Sor Juana Inés de la Cruz)?
En la página 20 nos expone su total defensa al aborto, expresa que el patriarcado cree que solo servimos para tener hijas e hijos y perpetrar la especie, por eso nunca se ha preocupado porque tengamos acceso a la educación; con que tengamos buena salud basta, de nada importa un cerebro lleno de ideas y conocimiento.
E incluso plantea que si logramos colarnos al mundo laboral, el patriarcado nos relega a puestos que no requieren grandes aportaciones, mayoritariamente a labores de cuidado, como una extensión de lo que hacemos en el hogar, o bien como Rosario lo menciona un “tentempié en lo que la mujer encuentra quien la mantenga y acepte que dependa de él”, todo lo cual conlleva también a la brecha salarial que experimentamos al día de hoy y no solo eso, si la mujer está casada, el macho se siente debilitado y derrotado al ver que la mujer sale al espacio laboral, tiene capacidad y gana bien, se siente con la masculinidad amenazada y se vuelve violento.
El patriarcado cree que nuestra misión es ser curanderas de los hombres frágiles y con masculinidad toxica, incluso, si alguna mujer decide no casarse, surge la expresión “se quedó soltera”, se quedó porque nadie le dio el honor de casarse con ella, ¡vaya tontería!
En la página 28 nos da un statement fuerte de algo que a ella le pesaba mucho, expresa que no conoce una cifra, ni le interesa conocerla, de cuántas mujeres han logrado conciliar su trabajo con el matrimonio, si has leído alguna vez su biografía sabrás que su esposo fue muchas veces un obstáculo en su pasión por escribir.
A partir de la página 31 nos expone ideas para una campaña que aunque fue redactada por ella misma en 1970, les juro que sigue más vigente que nunca, deberíamos armarla: dice que optemos por usar el humor para ridiculizar las ideas tan obsoletas que el patriarcado nos ha querido imponer, por ejemplo nos invita a dejar de hablar de “novios formales”, de virginidad, a que entendamos de una vez por todas que la maternidad será deseada o no será y a despertar y compartir nuestro espíritu crítico.
Nos invita también a dejar de darle demasiada importancia a los estándares de belleza y en vez de eso preocuparnos más por nuestro testamento a la posteridad, a construir nuestra propia imagen, a escribir nuestra historia.
A partir de la página 33 nos empieza a compartir las hazañas principales de Sor Juana, de Virginia Woolf, de Simone de Beauvoir, y de Elena Croce. Después habla ampliamente sobre Natalia Ginzburg, se nota que fue un referente para ella, habla de las enseñanzas de la autora, por ejemplo, que el escribir se siente como un oficio que habita fuertemente en tu interior y no puedes renunciar a él, la importancia de saber aceptar la crítica y la importancia del amor al oficio de escribir.
Otro de sus referentes son Karen Blixen e Isak Dinesen quienes plantean que todas somos artistas que venimos a crear, que nuestra naturaleza es de movimiento cambio y evolución constante, que prácticamente todas podríamos escribir porque todas tenemos algo que contar, solo debemos darle forma.
Sobre Simone Weil me quedo con que debemos hacer un esfuerzo para alcanzar y encontrar nuestro talento, lo cual no es fácil, requiere mucha atención, la inspiración no es azar, debe ser un hábito.
De Elsa Triolet aprendí que el amor persiste a pesar de estar en medio de una guerra, de Violette Leduc que escribir es dar y crear belleza, de Virginia Woolf que la relación entre el lector y el libro es una relación personal, que es muy importante leer a quienes nos antecedieron y ver sus aportaciones pasadas como una preparación para el futuro, que la verdad está en todos lados pero se encuentra más rápido en los libros (ahí aguarda como un tesoro) y que tengamos siempre un modelo que nos inspire a escribir.
De Ivy Compton-Burnett aprendí que las novelas siempre deben tener un argumento como soporte del conjunto para que no carezcan de significado, de Doris Lessing que está bien estar demasiado interesada en comprender, como para inventar; de Penélope Gilliat la importancia de despertar el interés en las y los lectores, desembocar siempre en algún resultado y lograr que “un día normal parezca un día de fiesta” al escribir.
De Lillian Hellman aprendí que debemos aspirar siempre a lo mejor, de Eudora Welty que la literatura es un juego cuyas reglas se inventan y se establecen a cada nueva partida y rigen solo mientras esa partida dure, de Mary McCarthy que todas debemos tener una idea grande, alimentarla y llevarla a cabo. De Flannery O’Connor que no corresponde a la escritora establecer las coordenadas que dividen los territorios en los que transcurre la existencia humana, de Betty Friedan me quedo con unas ganas enormes de leer “La mística femenina”, de Mercedes Rodoreda aprendí que vivir es aceptar y soportar, de Corín Tellado que el arte es un medio para manifestar el espíritu, de María Luisa Bombal el no dejar nunca que el ocio nos gane (eso quisiera el patriarcado), debemos volar como mariposas.
De Silvina Ocampo que somos poseídas por lo que poseemos y por ende nos convertimos en aquello de lo que nos adueñamos, de Ulalume que no dejemos que el mundo se convierta en nuestro obstáculo y que en el cuarto propio del que hablaba Virginia Woolf es donde nacen las obras maestras.
De María Luisa Mendoza aprendí que no debemos permitir que las postergaciones se hagan infinitas, que debemos empezar YA, que debemos ser humildes para aceptar darle más importancia a nuestras creaciones que a nosotras mismas, que debemos hacer sacrificios con nuestro TIEMPO, en lugar de utilizarlo en diversiones, podríamos usarlo para escribir una página, que con una novela puedes dar tu concepción del mundo y que por favor, escribas como te dé tu regalada gana.
Dedica un capítulo entero a hablar del lenguaje como instrumento de dominio pero también de liberación, ella expresa que con las palabras puedes comprar voluntades, les voy a compartir algo que me parece magistral, cuando leemos, somos nosotras quienes realmente hablamos, en nombre de las y los escritores, vean:
“El que habla o escribe lo hace para el interlocutor, que termina siendo el/la que realmente habla, y así, solo se puede dar un verdadero diálogo entre iguales y libres”.
En el capitulo “Lecturas tempranas” Rosario comparte su experiencia al leer y escribir, expresa que a ella el mundo le daba vértigo y solo los libros le brindaban tranquilidad, y al escribir ella dejaba de ser y daba paso a lo que la o el protagonista eran; incluso menciona que la ayudaba su “aislamiento chiapaneco” se describe como una “tímida provinciana que hacía patria desde Chiapas”.
Luego pasa al capítulo “Escrituras tempranas” y menciona que para ella su vocación literaria era un asunto de vida o muerte, algo a lo que jugó todo a una carta y ganó. Para ella escribir era un bálsamo, una modificación liberadora, la escritura la salvaba.
También nos hace una confesión fuerte sobre su vida, expresa que soñaba constantemente que su hermano no había muerto y que sentía que sus padres la abandonaron debido al duelo de perderlo, allí es donde nos comparte su icónica frase “no soy esa figura lamentable que vaga por los corredores desiertos y que no va a la escuela ni a paseos ni a ninguna parte. No. Soy casi una persona. Tengo derecho a existir, a comparecer ante los otros, a entrar a un aula, a pasar al pizarrón”.
Uno de los últimos capítulos se llama "Si poesía no eres tú, entonces ¿qué?", título que lleva uno de sus libros con un compilado de sus poemas y ahí deja clara su postura sobre justificar sus libros, no le gusta hacerlo, le gusta dejar la interpretación como un ejercicio abierto a las y los lectores; pero explica que precisamente el citado libro fue sacado demasiado de contexto y entonces sí tuvo que dar una pequeña explicación. También acepta algunos de sus traumas infantiles y lo difícil que fue su etapa de adolescente, reflexiona que escribir le daba alivio a su angustia y orden a su desorden, nos comparte sus vivencias en la UNAM.
Acepta que ella se considera una poetisa que escribe sobre el amor, que llegó un momento en el que se estancó pero un acontecimiento externo la despertó, y que a ella le gustaba ver a sus lectores como sus cómplices, que nosotras y nosotros elaboremos nuestras propias conclusiones e interpretaciones (estés en donde estés, gracias Rosario, qué honor que me consideres tu cómplice).
Y así es como Rosario Castellanos nos comparte un poco de todas las enseñanzas que le han dejado sus autoras y libros favoritos ¿y saben cómo concluye? Nombrando a Sor Juana de nuevo y a Jaime Sabines.
Definitivamente, cuando sea maestra de estudiantes de licenciatura y posgrado, les dejaré leer a todas mis alumnas y alumnos este libro, lo considero un clásico que toda aquella persona que tenga acceso a una hoja, una pluma y una computadora para escribir, debe leerlo.
Muchas gracias por llegar hasta aquí, nos vemos en la próxima reseña,
con cariño y agradecimiento Yuli Zuarth.
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