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Reseña del libro "Reinas de leyenda" de Cristina Morató



Primero que nada quiero pedirles una disculpita por mi prolongada ausencia, la última reseña de un libro que les subí fue hace mucho. Claro que he estado leyendo y tengo varios libros por reseñarles; ya saben que la lectura, la escritura, el ejercicio y el cine son de esas cosas que me mantienen cuerda en este caótico mundo (y obviamente la terapia ¿verdad?).


La razón de mi ausencia fue porque pasaron cositas - SE ATRAVESÓ UNA CAMPAÑA PRESIDENCIAL EN MI VIDA - y fue una experiencia sublime, el tener a la primera mujer presidenta de México con nosotrs es algo que me pone la piel chinita todos los días, estoy feliz de que la doctora Claudia Sheinbaum vaya a dirigir a nuestro país y es un honor haber participado en su campaña.


Anyway, por ahora les traigo la reseña de un libro que me acompañó casi toda la mitad del año, en esos días que dormía poco y llegaba al depa después de algún mitin o de asistir a alguna reunión feminista.


“Reinas de leyenda” de Cristina Morató llegó a mí como un regalo de navidad de mi cuñis Dulce y mi hermano Robert, por eso es doblemente especial para mí y lo leía con tanta cautela; siempre valoro todo lo que me regalan, lo uso, lo como, lo porto, lo luzco, dependiendo de lo que sea y cuando es un libro, lo valoro más porque sé que se tomaron el tiempo de escogerlo y pensaron “este le gustará a Yuli”, qué bonito detalle.


Empecemos.


Les cuento un poquito de la autora, Cristina es española, periodista y escritora de múltiples obras, sobre todo de biografías, además fundadora de la Sociedad Geográfica Española.


Si pudiera darles un análisis macro del libro sería: recordé como la monarquía ha sido culpable de todos los modismos patriarcales que venimos arrastrando desde siglos


  • Como el creer que el matrimonio es todo para una mujer y que somos escogidas por nuestra belleza, lozanía, capacidad de reproducción y servidumbre

  • Que las mujeres no sabemos gobernar y por ende, debemos cederle nuestros poderes a los hombres

  • Que la virginidad es un bien público a ser juzgado y controlado por otros

  • Que pesa más tener un hijo que una hija porque de esa forma “se mantiene el apellido y la dinastía”

  • Que la responsabilidad afectiva no tiene cabida en una persona con poder y puede desechar (e incluso matar a su pareja) cuando ya no le sirve a sus intereses o simplemente conoció a alguien que le atrae más


Todo esto y más, esta presente en las historias que leí y solo puedo decir: qué bueno que emprendimos una extenuante lucha para erradicar las monarquías.



El libro consta del análisis a profundidad de la biografía de 6 reinas que marcaron un hito en el mundo, porque su llegada en un mundo gobernado complemente por hombres no fue fácil, tampoco sus gobiernos tersos, se tuvieron que enfrentar a miles de obstáculos que se relatan en las historias, empezando con


Catalina de Aragón, originaria de España, el gobernar Inglaterra le costó no volver a pisar su tierra de origen ni volver a ver a su familia, además fue la primera embajadora oficial de la diplomacia moderna, durante su reinado tuvo una amistad cercana con Tomás Moro, quien la aconsejaba. Lo trágico fue cuando su esposo, el Rey Enrique quería anular su matrimonio solo para poder casarse con otra mujer, creando una división en el país, la intervención de la iglesia y el papa, causando una batalla que duraría 6 años y cambiaría la historia de Inglaterra, de ese nivel. 


Catalina se negaba a ceder, no quería que le quitaran sus privilegios, protegía a sus descendientes y decía “podrán arrancarme todos mis miembros pero me mantendré firme en mis convicciones”, solo pedía justicia, porque cabe resaltar que para resolver el asunto, se inició un largo y desgastante juicio donde a ella se le quería declarar culpable por no ser virgen al inicio del matrimonio, cuando el Rey sabía claramente que no era así, él la había buscado para casarse.


Enrique estaba tan loco y llegó a tales extremos que decía que aplicaría la pena de muerte a todo aquel que se atreviera a nombrar a Catalina Reina de Inglaterra, las consecuencias escalaron tanto que durante muchos años, Inglaterra rompió relaciones con Roma (El Vaticano) y mandó a asesinar a Tomás Moro, su fiel amigo y consejero. 


Después también asesinaría a una de sus siguientes esposas, a quien juraba amar y adorar, acusándola de “adulterio” en un juicio frente a miles de personas, de verdad que estos eran feminicidios aprobados por todo un grupo. Qué locura. 


Isabel I de Inglaterra, hija de Catalina y Enrique tomó el mando de Inglaterra a los 25 años y siempre gobernó junto a los consejos y guía de su hermana María Tudor; ante la presión del Parlamento de “buscar un esposo” Isabel les contestó: “Para darles satisfacción, me he unido ya en matrimonio a un esposo, a saber, el reino de Inglaterra. No me reprocheis la miseria de falta de hijos, pues todos y cada uno de vosotros y todos los ingleses sois mis hijos y parientes…”


Años después seguía sin contraer matrimonio y a menudo decía “Me llaman la Reina Virgen, sin esposo, no tengo señor. Sin hijos, soy la madre de mi pueblo. Que Dios me dé fuerza para soportar mi carga”. 


Se dice que con su reinado, hubo estabilidad política, floreció el comercio e Inglaterra se convirtió en una potencia naval.


Dato curioso: La reina amaba asistir a las obras de Shakespeare, decían que sentía por él “una especial debilidad”. 


Carlota de México, obviamente mi reina favorita y amé aprender más de Maximiliano y Carlota, quienes marcaron tanto la historia de mi país, empezando por comprender como fue su vida mucho antes de llegar a México, en Austria. Por ejemplo, la historia de Carlota desde un inicio estuvo marcada por angustias como el quedar sin su madre a los 10 años y el soportar que su padre tuviera amantes públicamente.


Llegó el momento en que Carlota elegiría a su marido, su primer encuentro con Maximiliano fue en 1856 cuando él llegó de Austria a visitarla en Bélgica. 


Alto, rubio y de ojos azules cautivó a Carlota desde el primer momento, aunque a este no tanto, pero terminó cediendo por causas políticas y de poder, esto quedó claro con una carta que le envió a su hermano Carlos: “Ella es bajita y yo soy alto, como debe ser. Ella es morena y yo soy rubio, lo que igualmente está bien. Ella es muy inteligente y con un poco de mal carácter, pero sin duda finalmente nos entenderemos”. También influyó que la madre de Maximiliano, Sofía, lo presionó para casarse con ella, de hecho, ella le escribió al rey de Bélgica, papá de Carlota, pidiéndole su mano. 


Se casaron, después de muchas negociaciones políticas y monetarias, un 27 de julio, teniendo ella 17 años y él 25. Estando en Austria, construyeron el hermoso Castillo Miramar pero se sentían un poco desdichados porque no tenían acceso a grandes puestos, incluso Carlota escribió un día: “Todo lo que deseo es hacer algo bueno en el mundo y necesito un horizonte más amplío del que tengo ahora”.


Y entonces, una visita inesperada llegó en 1861, era el ministro de asuntos interiores del imperio austriaco quien fue enviado por los gobiernos de París y Viena para saber si Maximiliano aceptaría la Corona de México, país que era gobernado en ese entonces por Benito Juárez. 


Maximiliano puso como condición para aceptar que se realizara un plebiscito, para saber si México deseaba una república o una monarquía, el resultado fue el voto de las tres cuartas partes de la nación mexicana a favor de la monarquía. 


La propia Carlota apoyó de su puño y letra la redacción de la Constitución del imperio mexicano, incluyendo puntos como la abolición del trabajo infantil, libertad de culto, de prensa, prohibición de castigos corporales, libertad para elegir el lugar de trabajo, escuela obligatoria y gratuita, obligar a los patrones a pagar en efectivo y el fomento de hospitales y asilos. 


Desde el primer momento que pisaron México, Carlota sintió una profunda empatía con las y los indígenas, pasaron por Puebla alojándose en Villa Guadalupe, probaron el mole y el pulque y Carlota se sentía muy agradecida con las múltiples muestras de cariño. Se quiso detener en Cholula para ir al santuario de los remedios y posteriormente, antes de llegar a la capital, pasó por la Villa de Guadalupe.


Al inicio vivieron en el palacio del Zócalo, posteriormente quedaron cautivados con el Castillo de Chapultepec en donde vivieron semanas después de su llegada.


Dato curioso: Carlota, durante el México imperialista, fue la primera mujer en gobernar e país, pues al salir Maximiliano a una de sus repetidas giras la nombró como encargada de presidir el Consejo de Ministros, dejando a todos sorprendidos de su inteligencia y los conocimientos tan detallados que tenía de las leyes que defendía con vehemencia, causando que algunos miembros dijeran que “estaba más capacitada para gobernar que el monarca” y un general dijo “ella podría dirigir mejor que su esposo este imperio”. 


Durante su mandato, Maximiliano y Carlota se mostraron, dentro de lo que cabe, progresistas pues nunca aceptaron las ordenes del clero, mantuvieron la separación iglesia - estado, ratificaron las leyes de Juárez y mantuvieron la libertad de cultos y del matrimonio civil. Carlota organizaba “los lunes de la emperatriz”, veladas literarias y fundó la Academia de Ciencias y Literatura. Carlota disfrutaba el teatro y se sabía de memoria la obra “Don Juan Tenorio”.


Todo dio un giro cuando el 9 de abril de 1865 acabó la guerra de secesión en EUA, ganando el norte, quienes se oponían a la monarquía en México. 


Mientras tanto, tras Maximiliano al darse cuenta del poder y encanto de Carlota, antes de salir a otra gira, dejó instrucciones que le limitaban su poder de acción, diciendo públicamente: “Las mujeres tienen, por lo general, más tacto, imaginación y finura que los hombres, pero nada de lógica ni de razón: discutir con ellas es perder el tiempo”, qué macho.


A Carlota no le importó y siguió en sus proyectos sociales, decretando por ejemplo, leyes que garantizaban la educación primaria gratuita, además de fundar escuelas y academias, le urgía también, decretar una ley para reconocer la condición de seres humanos a las y los indigenas de México (de ese nivel era su discriminación antes), con la cual, ella quería terminar. Creó también, leyes para limitar la jornada laboral, abolir castigos corporales y el trabajo infantil.


Cuando Napoleón retiró las tropas de México, Carlota viajó hasta Europa para pedirle que las regresara pero este, con lágrimas en los ojos le dijo que Francia ya no podía ayudarles para mejorar su situación en México. Ante esto, Carlota entró en una depresión y ansiedad terribles, que después escaló a una esquizofrenia, sufría de ataques de pánico y delirio de persecución, pensaba que querían envenenarla y matarla.


Ya ni siquiera pudo regresar a México y la mantuvieron encerrada en un castillo; el 15 de mayo de 1867 Maximiliano fue capturado y asesinado en el cerro de las campanas de Querétaro por el ejército republicano, terminando así su historia de amor y por supuesto, su reinado en México. 


Carlota murió a los 87 años de una neumonía, hablando hasta sus últimos días de México y Maximiliano, sus dos obsesiones y grandes amores, a él lo llamaba “Dueño de la tierra y soberano del universo”.


Catalina La Grande, adoptó ese nombre junto con la religión ortodoxa al casarse con el duque Pedro de Rusia, donde ella no dudaba de que algún sería duquesa: “En el fondo de mi alma había algo que nunca ni por un solo momento me permitió dudar de que, más tarde o más temprano, me convertiría en la emperatriz soberana de Rusia por derecho propio”.


Y así fue, ganó su reinado siendo proclamada por el pueblo, el ejército y la iglesia como “soberana única y absoluta de todas las Rusias: “No me mueve otro fin que la mayor gloria y bienestar de nuestra patria, y nada quiero sino la felicidad de mis súbditos”, dijo. 


Los embajadores opinaban de ella que “su particular estilo de gobernar es una mezcla de encanto y dureza, de generosidad y desconfianza”, Catalina estaba entregada con pasión a sus tareas decía: “El tiempo no me pertenece a mí, sino al imperio”.


Le encantaba organizar reuniones, pero tenía unas reglas que las y los invitados debían cumplir: estaba prohibido hablar mal de otras personas, usar palabras groseras, irritarse y mentir. 


Catalina y Voltaire fueron aliados y amigos durante muchos años, ella lo llamaba “su maestro de pensamiento”. 


La consideraban una soberana progresista, Catalina fundó la primera Facultad de Medicina, una de las primeras escuelas para mujeres en el mundo, el Instituto Smolny, creó un hospital para mujeres a punto de parir y una casa de niños abandonados, condenaba la esclavitud, creaba comisiones para conocer la opinión del pueblo ruso ante todos los asuntos y cuando surgió una epidemia de viruela, ella fue la primera en probarse la vacuna para esparcir confianza.


También era una apasionada del arte, fundó la colección de arte que hoy alberga el museo del Hermitage en San Petersburgo, además, construyó la Academia de las Artes. 


Emperatriz Cixí, amante de los viajes y la naturaleza desde niña, fue elegida para ser una de las 28 concubinas de la Majestad Imperial que habitaba en Ciudad Prohibida (sí, qué horror), ellas, incluso eran examinadas por médicos para comprobar su virginidad y las que tenían cabello despeinado, dientes obscuros/irregulares o voz grave, eran descartadas de inmediato.


Todas las concubinas eran vigiladas sigilosamente para que no tuvieran relaciones sexuales con nadie más, cada noche el jefe elegía de entre sus concubinas, con la que tendría sexo y si tenían un hijo varón de él, eran ascendidas.


Cixí se las arregló para poder ser elegida, ganándose el cariño y favor de los trabajadores, que la metieron en la lista de las concubinas que el rey elegía cada noche.


Así fue como subió al poder, de ser una de las “esposas imperiales” pasó a gobernar China por años. Ella nunca estuvo dispuesta a ceder ante la epidemia colonialista, incluso la llegaron a llamar “Dama Dragón”, pues dio al mundo lecciones de diplomacia internacional.


“No puedo mirar a la cara a nuestros ancestros si no nos defendemos. Prefiero luchar hasta el fin. Y si el fin llega, vosotros sois mis testigos y podréis decir que hice todo lo que pude”.


Entre sus reformas progresistas están la autorización de matrimonios entre han y manchúes, prohibir el vendado de pies de niñas, prohibir castigos medievales como la muerte de los mil cortes, se abrieron escuelas y universidades, promovió la educación de las niñas y mujeres, eliminó la separación de sexo, las niñas y mujeres ya podían pasear por los espacios públicos, ir al teatro, al cine y disfrutar de una libertad desconocida para ellas, surgieron nuevos periódicos y revistas gracias a la libertad de expresión.


Además, Cixí trabajó hasta el último de sus días por aprobar el derecho al voto de las mujeres, sus últimas palabras antes de morir fueron “lo único que deseo es paz bajo el cielo”.


Sigamos pues, agregando brillo y reconocimiento a los gloriosos logros de nuestras ancestras, tal como Cristina lo hizo con este libro.


Gracias por leer, nos vemos en la próxima reseña, 

con amor, Yuli Zuarth.



Frases favoritas


  • Demasiado rápido en confiar en que los demás fuesen como ella, y demasiado lenta en hacer un poco de daño que podía causar mucho bien 


  • Ninguna joya, por más valiosa que sea, tiene para mí más precio que vuestro amor


  • Sé que la corona de un rey es algo glorioso, pero estad seguros de que es más deslumbrante de mirar que liviana de llevar 


  • Hombrecito, hombrecito, la palabra “debes” no se le dice a un monarca


  • No sufro, pero me alejo. 


  • Aprender querida mía, a conocerse y a juzgarse uno mismo con sinceridad e imparcialidad, esa es la finalidad elevada a la que deben tender nuestros esfuerzos y no se pueden lograr sino a través de exámenes de conciencia reflexivos y constantes 


  • La tarea que ha emprendido usted puede tener dificultades, pero el corazón que es capaz de acometerla tendrá siempre la fuerza para remontarlas


  • Mi muy amado tesoro: te digo adiós


  • Tus ojos se posan sobre mí dondequiera que yo esté y escucho tu voz en todos lados


  • Quizá soy buena, y normalmente bondadosa, pero por mi situación me veo obligada a desear con terrible firmeza lo que quiero


  • Mi corazón me decía que todo saldría bien 


  • Ella encontró consuelo en la lectura


  • Hacer que quienes me habían causado tanto sufrimiento comprendiesen que no podían ofenderme y maltratarme impunemente


  • Mi desgracia es que mi corazón no puede contentarse, ni siquiera una hora, si no tiene amor 


  • Tan pronto podía divertirse con el juego más salvaje e infantil, como sentarse al rato en un escritorio y manejar las más complejas cuestiones financieras y políticas 


  • Por mi orgullo natural, la idea de ser desgraciada se me hacía intolerable


  • Ella ama la verdadera justicia


  • La esperanza de reencontrarse


  • Que vuestra grandeza no os impida jamás descender bondadosamente hasta los pequeños para poneros en su lugar, y que esta bondad no debilite jamás vuestra autoridad y respeto


  • Sería una crueldad separar a un erudito de sus libros 


  • Lo que exijo es franqueza en nuestras relaciones y energía en nuestras funciones 


  • Con la ayuda de Dios venceremos 


  • No puedo vivir un día sin amor 


  • Me siento siempre de lo más benévola hacia vos 


  • Seré para ti una mujer de fuego, pero trataré de disimular mis llamas 


  • ¡Qué lamentable milagro habéis realizado al desordenar de este modo una cabeza a la que el mundo creía una de las mejores de Europa!


  • Cuando me separo de ti siempre lo hago de mala gana 


  • No saben que en mí la oposición es aliento, y que cada dificultad que ponen en mi camino es un acicate adicional 


  • Sus victorias, sus aciertos lo embellecen


  • Poseía un corazón excelente unido a una rara inteligencia y una amplitud espiritual poco común 

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