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Reseñas conjuntas de Marcela Lagarde (Claves feministas para la autoestima y para el amor)


Reseñas conjuntas de los últimos libros de Marcela Lagarde y de los Ríos


Primera: “Claves feministas para la autoestima de las mujeres”


Hablar de Marcela Lagarde es hablar de un legado y de una maestra para las feministas contemporáneas. Y su aporte sigue creciendo, muestra de ello son las recientes obras que a continuación reseño, sobre motivación y amor desde una perspectiva feminista.


Leerlos, fue todo un viaje de instrospección y cambio radical.


Leerlos, tal como es el feminismo, es un cuestionamiento constante y un vaivén de emociones: me enojo, me entristezco, me hago preguntas, me doy posibles respuestas, me imagino escenarios, me enfurezco, me motivo, pero sobre todo, me libero.


No importa cuántos topes tenga que recorrer en los procesos de mi feminismo, el resultado final es que siempre termino más liberada, más plena y más completa.


Empecemos con el libro de motivación, porque para que podamos dar amor a otrs, primero tiene que haber mucho en nosotras, ese amor está compuesto de nuestra autoestima auto – estima (cuánto me quiero). Porque no se vale dar hasta quedarnos vacías, demos solo porque tenemos demasiado.


En este libro (como todos los de ella), encontrarás conceptos nuevos. Marcela es guía porque nos ayuda a nombrar lo que sabemos que es posible pero no habíamos materializado en lenguaje, por ejemplo: una democracia genérica.


Recomiendo que te acompañes de un lápiz para hacer apuntes pues no hay lugar para quedarnos en la ensoñación, Marcela dice que pasemos de la utopía a la topía, una topía donde quepamos todas, que nos alcance a todas.


Y por eso escribió sobre la autoestima con perspectiva de género. Porque para llegar a la topía vamos a pasar por cambios personales, que requieren una autoestima fortalecida.


Marcela nos lleva de la mano para construir nuevas realidades, porque sí es posible vivir sin violencia y experimentar modos de vida alternativos, dejar de ser mujeres cautivas, inseguras y viviendo con riesgo, incertidumbre, dudas y sin fe, pero para ello, para la emancipación, es crucial no negar la supremacía y romper el consenso patriarcal, hablarnos entre nosotras, comunicarnos.


“Las mujeres nos radicalizamos a favor de nuestra propia causa, de nuestra propia vida”, todos los días resistimos en el espacio público y privado y desde ahí, nos sumamos a las reivindicaciones feministas.


El orgullo feminista existe. Lo vemos con la sororidad, concepto también, además del de feminicidio, acuñado por Lagarde. La sororidad es transgresora porque al patriarcado no le conviene vernos unidas y organizadas, caminando en un frente común, más allá de nuestras diferencias. La sororidad, menciona Lagarde es “el más profundo aporte de las mujeres como género a la cultura feminista y del feminismo al mundo, y a cada mujer.”


Las feministas somos (y hacemos todos los días) la mayor revolución pacífica radical no antes vista y estamos instalando un nuevo paradigma heterogéneo.


Otro concepto que encontrarás es el de la mismidad como valoración positiva de nosotras mismas, procurando nuestro cuidado, placer, goce, orgullo, autoestima, libertad sexual, intelectual, afectiva y creativa.


Otra clave feminista es asimilar que la adscripción de género compete a cada una y la incluye en la dominación por el solo hecho de ser mujer, aunque no se dé cuenta. Porque el género es transversal a la vida. Por eso yo espero y confío pacientemente en que todas, todas llegarán un día al feminismo. Y aquí las vamos a recibir con los brazos abiertos.


No importa que nos llamen locas. Lo soy con orgullo. El que se atreva a decirnos así, solo demuestra una realidad: nosotras no nos reconocemos en el orden opresivo, en un mundo binario, la locura es un atributo femenino, frente a la razón hegemónica. Nosotras, las locas estamos inaugurando visiones progresistas, ideologías de emancipación, vivimos en una sintonía feminista global, gracias al internet.


A los hombres les dice, no les vamos a hacer su chamba: ellos, aparte de cuestionarse la desigualdad estructural y el estado sujeto – objeto del patriarcado, tienen que aprender una ética pacifista, asumir costumbres solidarias, no violentas ni supremasistas, educarse para el cuidado.


Marcela arroja verdades fuertes: ninguna mujer está exenta de vivir violencia machista. Todas la sufrimos en su modalidad de violencia simbólica. Por el solo hecho de nacer mujeres en un mundo patriarcal donde se expande la ideología de que las mujeres son un cuerpo-para-otros y ser-para-otros. Y en mundo donde domina la política de género patriarcal, con la supremacía de poder incluso de hombres sobre otros hombres.


Por eso siempre sostendré que la violencia en el mundo es causa de esa política patriarcal de los hombres, porque el patriarcado “articula todas las formas de esclavizar y someter”, y el feminismo a su vez, elimina lo que somete, discrimina y violenta, dice no a la supremacía, el dominio y la opresión. Marcela busca que “pasemos del patriarcado a otra organización social de género basada en la colaboración para la convivencia social entre mujeres y hombres libres e iguales”.


¿Y cuál va a ser el nombre de esa nueva organización social? Tenemos tarea pendiente.


Y esa expropiación del ser, dominación, obediencia, sumisión y violencia, lleva a una baja autoestima y para poder superarla, Marcela invita a recurrir al empoderamiento, pues nos da habilidades personales y colectivas para desmontar contenidos patriarcales.


Y eso es una revolución radical, que nos ha llevado tres siglos y nos llevará más tiempo, pues, estamos “trastocando el orden del mundo patriarcal, derribamos sus estructuras, desmantelamos sus relaciones jerárquicas y construimos un nuevo nicho social que acoge a todos los sujetos en condiciones equiparadas”.


Así de trascendental y enorme es lo que hacemos las feministas, ahora entiendo porque termino tan cansada todos los días je, je.


Entrando ya en materia sobre la autoestima, para Marcela, en la actualidad hay dos grandes visiones: la light/soft/conservadora/idealista/patriarcal y la feminista.


La primera es individualista, con métodos de autoconsumo, busca adaptar a las mujeres al sentido conservador de la modernidad, sin cambios sustantivos, radicales y colectivos. Busca un éxito de acuerdo a valores hegemónicos y haciéndoles creer que la dicha llega con la “realización personal”. Se concibe como una experiencia intrínseca, basada solo en la voluntad, deja de lado diferencias sexuales, es una visión ahistórica, despotiliza la existencia, fomenta el conformismo y la convierte en una experiencia onmipotente.


Esta primera visión light ensalsa el autocontrol y verás frases como “cree en ti”, incidiendo sobre todo en personas ricas y con privilegios e impide el desarrollo de una conciencia crítica de género.


En cambio, la autoestima con perspectiva feminista pone por encima las metas sociales, políticas y colectivas, de las personales. Se desvanece la ilusión de que la fuerza de las convicciones es suficiente para la fortaleza personal, es “preciso intervenir específicamente” y “promover una nueva conciencia del mundo desde la autoconciencia feminista” pues “todas estamos dañadas por vivir en un mundo que coloca a las mujeres bajo dominio”.


Otra clave para la autoestima feminista es eliminar la tendencia sacrificial de las mujeres en la política y en todas las esferas vitales. Al contrario de sacrificarnos podemos potenciar nuestras habilidades y compartirlas con otras mujeres.


Por eso también es clave una pedagogía entre mujeres, donde podamos ser maestras y discípulas de otras. Siempre podemos aprender algo de otras, reconocer nuestros saberes y darnos rango de autoridad por nuestra sabiduría, habilidades, hallazgos y descubrimientos.

Así, pasamos de la autoestima personal a la estima de género, creamos nuevos liderazgos de mujeres y una politicidad de género, una especificidad feminista.


Esta nueva visión feminista de la autoestima, a diferencia de la light, es más completa porque es filosófica, ética y política, potencia la incidencia de las mujeres en su propia vida y nos ayuda a ir siendo, aquí y ahora, las mujeres que queremos ser.


De hecho, para Marcela, nuestra creatividad y lo que hacemos y creamos con nuestro cuerpo, ideas y pasiones, y lo que inventamos al vivir, son la autoestima en acto y de facto.


Para responder cómo está nuestra autoestima nos deja una variedad de preguntas, les comparto dos: ¿Sentimos empatía hacia nosotras mismas? ¿Velamos por nuestras libertades y por nuestro bienestar?


La autoestima, nos comparte, es una experiencia ética de fidelidad a una misma: simboliza la máxima transgresión del orden hegemónico que nos prohíbe tal autoestima a las mujeres.


Construir autoestima es vivir. Es ser libre.


Otro concepto que Marcela maneja es el sincretismo de género en el que vivimos actualmente, que nos obliga a movernos entre lo público y privado, entre la tradición y modernidad, con poderes y con derechos limitados, vernos exitosas y a la vez felices, qué pesado. Por eso mi admiración total a quienes tienen el trabajo de maternidad y cuidados y también trabajan en el espacio público.


El ser feministas y no ir tras los valores hegemónicos si bien nos da libertad, también nos conduce a experimentar sensaciones de escisión, a una contradicción de identidad y a una inestabilidad emocional.


Experimentamos la sensación de estar partidas por intereses opuestos pero imprescindibles, en una constante disyuntiva entre yo y los otros. Todo eso lleva a un conflicto interior que sintetiza las contradicciones externas producidas en las relaciones, ideologías y hasta en la política. Por ende, vivimos con una sensación de inestabilidad, cambios de ánimo, un doble esfuerzo vital.


Marcela da un reconocimiento a las mujeres feministas contemporáneas, pues estamos logrando suturar y cicatrizar esa escisión, prevaleciendo en nosotras el yo y desde allí nos relacionamos con los otros. Nos valoramos, reconocemos nuestra autoridad y no aceptamos la subordinación. Redefinimos nuestro lugar en las relaciones y en el mundo desde la centralidad de nuestra propia vida. Y todo ello, menciona, nutre la teoría feminista de la autoestima.


De por sí, expresa Lagarde, el vivir en este mundo androcéntrico es per se un daño para la autoestima de las mujeres y quienes estamos en desacuerdo con esas condiciones, experimentamos la experiencia identitaria de ser asintónicas, pues no correspondemos con los valores, mandatos, tradiciones, condiciones, modos de vida y creencias colectivas, estamos ante un nuevo ubis de identidad y esa asintonía de género nos abre el camino para fortalecer la voluntad propia y redefinir la autoestima.


Construimos una visión del mundo alternativa, con un nuevo paradigma. Uno feminista.


Y pasamos de la asintonía del malestar al bienestar pues concordamos con referentes históricos que tampoco compaginaban con lo hegemónico y tenían ideas disidentes, sentir esas afinidades nos hace reconciliarnos con una parte del mundo, así como autorizar nuestra propia visión de las cosas.


Eso siento cada que leo a Simone de Beauvoir, Rosario Castellanos, Rita Segato, Silvia Federici, Sor Juana Inés de la Cruz, Gioconda Belli, bell hooks y por supuesto, a la maestra Marcela Lagarde. Siento que pertenezco.


Las mujeres modernas vivimos en transición porque estamos entre lo que se conserva y lo cambiante, inventamos maneras inéditas de ser mujer, para ello cita a Rosario Castellanos en “Meditación en el umbral” al decir que “Debe haber otro modo de ser humano y libre, otro modo de ser”.


Tenemos huellas de referentes que cada una sintetizamos, nuestras identidades llevan el sincretismo. Y esa diversidad, tiene procesos constantes de aculturación de género, pues los estereotipos tradicionales que nos configuraban para dar cuidado a otros sustentaban nuestra incompletud y limitación, la opresión de género, el dominio, en específico Marcela la llama, la condición de género como cautiverio.


Pero ahora, ninguna mujer se acopla plenamente a esos estereotipos tradicionales, la modernidad tiene una deculturación en la feminidad, irrumpe en nuestras vidas, hay contenidos modernos de ser mujer, estamos ante identidades sincréticas e hibridas.


Hoy, las mujeres modernas, a la vez tradicionales y modernas, vivimos en cautiverio pero emancipadas, pensamos de manera binaria, religiosa y mágica, pero a la vez, de forma compleja dialéctica y laica, tenemos un cuerpo-para-el-placer, luchamos por nuestra independencia, desarrollo, soledad, tiempo y autonomía.


Vivimos una doble vida, por un lado en algunos ámbitos estamos en subordinación y luego, transitamos a espacios donde tomamos decisiones y somos exitosas. Pero como pudiste imaginarlo, esa doble vida (escisión), implica rupturas identitarias, crisis y conflictos de identidad.


Nos ponen ante disyuntivas: actuar a favor de nuestros intereses o los de la comunidad, ir por nuestro avance o el de otros. Estamos ante un conflicto identitario vivido como antagonismo. Nos exigen más y aunque nos esforcemos mucho, opinan que podríamos haberlo hecho mejor, quedamos en deuda. En un mundo androcéntrico, si una mujer hace y se emancipa, atenta contra las tradiciones y la familia.


¿Y por qué es importante la autoestima feminista y su fortalecimiento? Porque si persiste esa escisión, los cambios para enfrentar los problemas encuentran en cada mujer su propia obstaculadizadora. Con autoestima, lograremos una reconfiguración democrática de cada mujer, una unicidad, que tengan como prioridad lograr el propio desarrollo, una convivencia equitativa, reconduciéndose frente a los otros y eliminando formas de opresión.


“Nosotras somos la prueba de que la realización de las utopías es posible”.


Y eso ha generado hostilidad en los grupos más conservadores, incluso hay muchos, reflexiona, que pueden ir por el mundo como demócratas, pero no aceptan el movimiento feminista como afín: desvalorizan a las mujeres, reduciéndolas a la subordinación, restringen sus derechos y desarrollo personal.


Son muy pocas las mujeres que logran escalar a posiciones jerárquicas altas, e incluso ahí se enfrentan a maniobras que intentan deslegitimarlas “su liderazgo está en duda”, su autoestima está expuesta a crítica social, descalificación y desprestigio. Se distorsionan sus acciones, les tienen desconfianza. Les exigen más y les tienen menos tolerancia que a los hombres.


Y aun cuando son valoradas, se dice que “es notable lo que han hecho siendo mujeres”. Aun en la valoración, se desvaloriza a las mujeres. Qué fuerte. Esto me voló la cabeza. Aun en la valoración, nos desvalorizan.


La autoestima se mejora trabajando en todas sus dimensiones: personal, íntima y política. Por tanto, requiere ser tratada y enfrentada tanto individual, como social e institucionalmente.

Repensemos la autoestima desde el feminismo, ahí su reconocimiento se hace en dos sentidos: en la dimensión de la autoidentidad (individual) y en las condiciones de vida.


En lo individual, se requiere construir autoestima y autoidentidad desde una perspectiva de género feminista, para ello, nos invita a recurrir al conocimiento científico feminista, con terapias psicológicas, biografías, literatura, arte, cine, etcétera.


Nos invita también, a usar la tradición feminista de los pequeños grupos, porque allí han iniciado las más grandes rebeliones feministas. En esos grupos, reflexionamos en ambientes de confianza, nos identificamos genéricamente y encendemos nuestra pasión libertaria.


Porque los grandes avances de las mujeres serían impensables sin su confabulación íntima. Mientras más íntima y crítica es esta confabulación, más contundente ha sido y será la acción política feminista creativa.


La autoestima es sanadora.


Otra herramienta que recomienda es hacer talleres de formación feminista y grupos terapéuticos psicológicos, dando voz a todas, para enunciar su visión del mundo. A los talleres feministas los define como espacios pedagógicos de conciencia entre mujeres, su meta es difundir la cultura feminista (historia, filosofía, ética, derecho, arte y política), buscando que cada mujer se apropie de esos conocimientos y elabore argumentos desde esa visión del mundo.


Se da también, una identificación positiva entre mujeres, se atreven a mirar sus miedos y conflictos, a nombrarlos, a valorar sus cualidades y logros. Gracias a eso, ha sido posible conocer lo oculto, se ha roto la barrera de silencio que nos impusieron, en esa atmosfera de confianza hablamos de nuestros dramas y hallazgos, delineamos anhelos, hacemos catarsis, comprendemos que naturaleza no es destino, que no solo me pasa a mí y que es posible crear caminos para avanzar.


El objetivo, como ya vimos, es contribuir a que cada mujer vea desde la visión del feminismo lo oculto, nombre lo innombrable, evidencie sus interpretaciones patriarcales y dé el siguiente paso. Que encuentre un camino posible, con recursos nuevos para enfrentar de otras maneras su experiencia.


Algunos recursos prácticos que recomienda para usar en los talleres es ver fotografías, como testimonio del pasado y abridoras de la memoria, para analizar la genealogía e historia de vida. Todo tiene un significado, incluso si no hay fotos, si no se les da importancia o si las tienen otras personas, se analiza por qué. Son recursos de análisis biográfico.


La escritura, como medio para enfrentar problemas de inseguridad, timidez y autosuficiencia. No solo las escritoras escriben, es posible aprender y hacerlo cada vez mejor. Propone usar la escritura como recurso de autoanálisis, reflexión personal y creación de alternativas.


Escribir ayuda a elaborar lo que solo estaba pesando de manera intrapsíquica. Al escribir sobre la vida desde la perspectiva feminista, se encuentran explicaciones, se hacen comprensibles las cosas, se prioriza y organiza. Escribir deconstruye el pensamiento excluyente. Es la transformación práctica de la subjetividad limitada. Al escribir, las feministas también hacen activismo.


Escribir permite exteriorizar, sacar del interior la experiencia vivida, al colocarla fuera de una misma, en el papel. Después de hacerlo, lo que queda dentro ya no es lo mismo. Hemos cambiado. También es una descarga y un desahogo, pero también conduce a la conmoción por lo vivido: cada mujer se conmueve por ella misma y convoca al amor por sí misma.


La escritura estimula a hacer cosas por nosotras mismas y por el mundo. Escribir conmueve la autoestima y la fortalece, escribir es una experiencia erótica, comparte. Lo es.


Otra de las claves feministas para la autoestima es la soledad, sin soledad no hay desarrollo. La soledad, para Marcela, es conexión interior, es autoconocimiento mediante la evocación, el recuerdo y la reflexión, es un espacio para descansar de la tensión que nos producen los otros. La soledad es necesaria para experimentar la autonomía.


Por otro lado, no podemos olvidar que no solo el género, también son condiciones para la autoestima la edad, condición sexual, estado conyugal, origen, profesión, el trabajo, el viajar o no, si son feministas o no, si tienen acceso al crédito, si tienen deudas, si tienen crisis actuales y un largo etcétera.


Amé que nos dice que es una necesidad aprender a hacer bolsas de trabajo en cualquier reunión entre mujeres.


Y en la condición de vida de cada mujer, está lo que define su autoestima, porque la autoestima no es voluntaria, espontánea o natural. Proviene de las condiciones de vida y de lo que cada una ha experimentado al vivir su vida. Y esta, me parece una de las lecciones más grandes.


Otro recurso que recomienda es el autorretrato, utilizando preguntas como: ¿quién te puso tu nombre? ¿a qué dedicas tu vida? ¿cuál es tu deuda contigo misma? ¿cuál es tu anhelo de dedicación, a qué te gustaría dedicarte? ¿cuál es tu rincón favorito y cómo te sientes en ese lugar?


Las respuestas a esas preguntas son clave, por ejemplo, el nombre que nos fue dado es parte de la autoindentidad y está cargado de significados como claves de poder entre madre y padre, definiciones culturales, modas, épocas, etcétera.


A qué nos dedicamos tiene definiciones filosóficas, sentido de vida, si no tenemos un trabajo hay que descubrir si ha sido por falta de oportunidades sociales, por limitaciones impuestas por el mundo o por el sacrificio personal frente al cumplimiento de deberes, porque la moral sacrifical es impuesta a las mujeres como una virtud de género y los intereses de las mujeres van quedando negados debido a la prioridad de otros, como tienen un segundo lugar jerárquico, sus asuntos son postergables.


La subjetividad femenina es moldeada para que cada mujer asuma un segundo plano y qué fuerte esto: “quien vive la dominación se encarga de hacerla efectiva”.


Lo del rincón favorito es importante, lo decía Virginia Woolf, significa ese lugar donde cada una se siente a gusto consigo misma. Es el signo de la capacidad de goce personal, de sintonía con una misma, de limitación individual y de disfrute de un lugar propio.


Otra clave es identificar qué parte de nuestra identidad es una fantasía, eso que tanto ha usado el patriarcado en nuestra contra, lo revertimos, porque confundir fantasía con experiencia vivida nos coloca en condiciones vulnerables. Ya no más. El patriarcado dice que es una virtud femenina el fantasear y que somos “inocentes”. Bye con eso. El patriarcado alienta el estereotipo de mujer soñadora e ingenua, pues así les es más fácil controlarnos, manteniéndonos en condiciones de opresión, frustración y limitación.


¿Y por qué se mantiene? Porque alentar la fantasía compensa la precariedad de la existencia. Con el goce que produce lo imaginado, evadimos la dureza vital. Con esa fantasía, las mujeres aguantan maridos insoportables, maternidades insufribles, trabajos enajenantes, precariedad social, injusticias, maltratos y violencias.


Pero a la larga, la frustración por contraste entre fantasía y experiencia vivida socava la autoestima, por eso, otra clave es identificar la fantasía como fantasía y usarla para hacer literatura y arte, transformar el deseo de huir en la fantasía por el de moverse y actuar en la vida cotidiana, crear soluciones, pasar de la fantasía a las acciones, a la invención de alternativas y a la realización.


Otra clave para la autoestima feminista es la biografía y la genealogía, pues la identidad se remite al origen. La familia y los linajes son fuentes de nuestra identidad y por tanto, tienen que ver con nuestra autoestima.


Como entidades sociales las familias reúnen a mujeres y hombres marcados por desigualdades de género, conviviendo en relaciones horizontales de parentesco. Se tienen expectativas familiares y el cumplirlas o no, impacta la autoestima.


Las familias no dejan de ser un espacio de supremacía patriarcal. Pero hay nuevas formas de hacer familia, donde no se obstaculice su desarrollo personal, sin posición de servidumbre donde todas y todos asuman su responsabilidad como soporte. Y esas contradicciones entre cambio y conservadurismo hacen de estas familias instituciones en transición.


Recomienda que cada mujer sepa cuál es la herencia histórica recibida de sus parientes y a cual renuncia, que no se sienta obligada a seguir los pasos, su horizonte futuro es abierto.


Nos invita a identificar a la pariente que ha sido rebelde y transgresora. Porque las mujeres en este mundo patriarcal, hemos vivido en orfandad, solo lo que pasaba entre padres e hijos importaba, al reconocernos entre mujeres nos comprendemos. Desmontamos la misoginia en el Yo misma y en nosotras. Tenemos nuestro propio ubis de género sin la mediación simbólica patriarcal, mejora la autoestima, la fuerza emocional, afectiva, erótica e intelectual, el dolor de género se libera y cada mujer se afirma.


Las mujeres no le pertenecen ni a las personas, familias, empresas ni comunidades. Hay que definir los limites personales, pasar a la individuación social, no solo ser parte de… No dejar que los otros protagonicen nuestras vidas, no dejar que nos habiten, colonicen y den identidad. Liberar a la autoestima, que no esté en cautiverio de otros.


En lugar de eso, que las mujeres se reposicionen en el centro de sus vidas y desde ahí, recomponer los poderes en las relaciones y eliminar brechas jerárquicas, así, cada mujer protagonizará su proceso, reacomodará su Yo, pasará de cautiva y habitada a individual y autónoma.


Pasando a otro tema, menciona que existen un conjunto de ejes que definen la condición de género de las mujeres, por ende, la autoestima. Por ejemplo, la sexualidad, la escolaridad, el trabajo y la condición económica.


Y también, moldean nuestra autoestima los hitos vitales, aquellos días especiales, la primera o la última vez que hicimos algo… nos invita a nombrar cómo era nuestra vida antes y después de esos días marcadores. Incluso, si han sido experiencias injustas, requerimos identificarlas.


Otra clave que nos deja es tejer la identificación positiva de género entre nosotras, fortalecer la ética de la diversidad, reducir el mandato de perfección que nos impusieron. Si entre todas, hacemos visibles a las mujeres, generamos autovaloración y prestigio social.


Por otro lado, el medio en que vivimos, nuestras posibilidades, también tiene un efecto en la autoestima.


Por ello, el drama de autoestima más generalizado entre mujeres es la tensión crítica entre tener una vida familiar (pareja, hijos) o seguir su desarrollo personal. Quienes insisten en ambos llevan una sobrevida, son sobremodernas. Y aunque logren todos sus objetivos, el conflicto siempre está ahí.


Porque la identidad asignada a las mujeres implica la realización de la condición femenina a través de tres ejes: la heterosexualidad, conyugalidad y maternidad, según la sociedad patriarcal es la vía moral para la realización personal de las mujeres en un mundo de madreesposas.


Esos son los anhelos de completud para muchas mujeres y por ende la autoestima, es atravesada por esos tres anhelos impuestos, su realización (o no) conduce a tensiones. Y no se diga de las mujeres en disidencia sexual, se añaden otros conflictos a enfrentar. Qué fuerte.


En cuanto al trabajo, también es una fuente de autoestima, para bien y para mal, para mal porque trabajar genera conflictos en la familia y pareja; se enfrentan a crítica social y al mismo tiempo a retos propios de la actividad. Qué cansado.


Entonces padecemos una escisión vital, la sensación de estar partidas, con polos antagónicos, con la sensación de elegir entre cosas igualmente importantes. Estando en un sitio, pero necesitar estar en otro, hacer algo y necesitar haber hecho otra cosa, ser de una forma y querer ser de otra.


Esa escisión es dolorosa, genera problemas de autoidentidad, y aunque se avance siempre hay un sentido de pérdida y frustración constante.


Además, somos sobremodernas, con exceso al vivir: trabajamos en exceso, hacemos sobreuso del tiempo, hacemos cosas del ámbito de lo privado en lo público y lo público en lo privado (llevarse trabajo a casa).


El estereotipo de género actual es ser sincrética, sobremoderna y que se ocupa de todo, pero ¿aceptando un segundo lugar? No gracias. Igualdad o nada.


Nosotras vamos por una autoestima con sentido feminista: teniendo la consciencia que pertenecemos a un género, una historia, filiación y geografía.


Abrazándonos y conociendo nuestra historia ligada al género para no caer en la orfandad que nombraba Claudia Basaglia, ni en la orfandad social de género que nombra Lagarde. Sanándonos para que las secuelas de la misoginia y el machismo no definan nuestra autoestima.


En todo el mundo, las mujeres estamos un escalón más abajo que los hombres y vivimos en una era en la cual hay feminicidios. El mundo se nos presenta desde que nacemos con la jerarquía de género, dando lugar a la baja autoestima. Esa baja autoestima de las mujeres, se debe a la posición política de segundo género, a la violencia, pérdida de derechos, pobreza de género, sobrecarga, doble esfuerzo, condición sobremoderna y a los obstáculos patriarcales para el desarrollo.


¿Después de todo esto ya quedó claro que la problemática de la baja autoestima no es individual, que no es una inhabilidad de las mujeres, ni se debe a su depresión?


Y, no todas podamos, como dice la autoestima light, los obstáculos no están en la mente, no es un asunto de voluntad, nos atraviesan condiciones sociales de vida.


La voluntad es insuficiente. Por eso la política feminista tiene claro, menciona Lagarde, que la autoestima es el resultado de un proceso social y político acotado por las relaciones entre poder y autoidentidad, condiciones de vida y biografía. Es el resultado de una biografía, atravesada por las condiciones de vida y desarrollo.


Por eso dos claves son: el empoderamiento y la equidad.


La alternativa feminista, se construye en torno al poder. Con empoderamiento cada mujer fortalece su capacidad política para defenderse, enfrentar la opresión y dejar de estar sujeta a dominio. Y nos invita a ir más allá, a un empoderamiento colectivo de género, mediante una alianza política, con renovadas formas de convivencia, social, económica, política y cultural.


La autoestima aumenta para las mujeres cuando sus opciones avanzan, cuando tiene bienestar en la salud, satisface sus necesidades, deseos y cuando prevalece la creatividad.


También se da con la mismidad, cuando afirma su vida, su cuerpo y subjetividad, vive su propio horizonte y biografía, logrando la génesis de la libertad y del yo, esto es la más radical de las creaciones feministas. La mismidad ayuda a que cada mujer sea consciente de ser prioritaria para sí misma y que ni los otros puedan desplazarla de su propio centro.


La afirmación, menciona, también es otra clave para la autoestima, porque con cada paso, hecho y gesto sórico se deconstruye la misoginia y por ende, se genera bienestar, además se produce autoridad femenina, logrando una autoestima identitaria. Cada barrera eliminada por nosotras y cada coalición es fuente de potencia, seguridad y asertividad.


Se da una autoestima de género, produciendo que cada una valore el ser mujer y se beneficie de logros y avances de otras mujeres, llevándolos a su propio mundo. Por eso, el difundir noticias sobre mujeres es un recurso de autoestima colectiva.


Nombremos el mundo en femenino, como dice María Milagros Rivera, nos dice Marcela. Nos invita a hablar en nuestros códigos, mandarnos mensajes (por email y todas las redes de comunicación), como clave pedagógica, psicológica y filosófica que potencia políticamente a millones de mujeres de manera simultánea.


La autoestima de todas se fortalece cuando cada mujer se sobrepone, avanza, consigue objetivos, metas y recibe a cambio un lugar en el mundo, reconocimiento, bienes simbólicos y materiales.


Por eso, como dice Marcela, estar bajo el cielo de la cultura feminista es una experiencia de autoestima. Eliminamos orfandades y creamos raíces. Habitamos la “República de las Mujeres: espacio no virtual sino social, jurídico, económico, amoroso, erótico, estético y ético que construimos las mujeres, diversas y coincidentes, discrepantes, pero en sintonía”.


Diseñamos juntas poderes no opresivos, democracias incluyentes, respetando la diversidad, en una democracia genérica, creemos en la equivalencia humana de hombres y mujeres, estamos dejando de tener miedo, somos rebeldes y subversivas, vamos por un nuevo paradigma de humanidad paritaria, decimos no al pensamiento binario y a la cosificación, somos sujetas de nuestro propio deseo.


Estamos dejando de ser-para-los-otros, pasando a ser-para-mí.


Estamos priorizándonos, satisfaciendo nuestras necesidades, usando nuestras capacidades para nuestra independencia, construyendo autonomía, eliminando jerarquías subordinadas, deconstruyendo, eliminando poderes de dominio.


Y justo esta fue mi página favorita de todo este libro, la 227, porque allí Marcela Lagarde le responde a Rosario Castellanos que sí hay otra forma de ser humano y libre, de ser mujer: con relaciones paritarias, desjerarquizadas, con personas que comparten el mundo en igualdad, que reconocen su mutua autonomía, autoridad y su libertad.


¿Cómo no terminar más que motivada después de leer a Marcela Lagarde? Nos deja una tarea: levantarnos cada día a construir la invisible humanidad de las mujeres,a instaurar la fraternidad democrática, la sororidad, la ética de la solidaridad universal, la preservación del mundo, de las personas, eliminar los principios patriarcales de exterminio y aniquilación, la misoginia, valorar económicamente los trabajos de cuidado, eliminar los principios de opresión genérica e ir tras una nueva filosofía de diversidad y equidad.


Dice Marcela, “queremos, y vamos a lograrlo, hacer intocables a las mujeres, erradicar la costumbre de ser usadas como cosas y de ser violentadas por cualquiera porque su supremacía así lo requiere”.


Quiere que nos reconozcamos humanas, que seamos libres aquí y ahora, compartiendo el mundo con hombres humanizados, que hayan modificado su condición de género. Porque todas y todos tenemos derecho a la paz, a la vida digna, integridad y seguridad, a oportunidades de desarrollo, a preservar los recursos de nuestro mundo, a la justicia, a la democracia y a la libertad.


Terminé de leer este libro un 10 de julio de 2022 y estoy terminando la reseña un 26 de marzo de 2023.


Si pudiera resumir todo lo que leí y lo que acabo de plasmar aquí, sería que la construcción de la autoestima en las mujeres es política, no individual.


Gracias por llegar hasta aquí, gracias por deconstruirse conmigo, gracias por leer.


Con amor y estima,

Con autoestima propia y para ustedes, Yuli Zuarth.


Frases favoritas

· El primer no de las mujeres a los otros, es el primer sí a sí mismas. Franca Basaglia

· Son lectoras porque superan el mandato de ser ignorantes

· Ir siendo, aquí y ahora, las mujeres que queremos ser

· Se tiende un velo sobre nosotras para que nosotras no podamos vernos

· Nosotras somos la prueba de que la realización de las utopías es posible

· Desde una perspectiva feminista, cada mujer es su propia historia

· Nuestra obra es nuestra existencia

· Estar bajo el cielo de la cultura feminista es una experiencia de autoestima


Segunda: “Claves feministas para la negociación en el amor”


No les había dicho que estas dos joyas, tanto el de autoestima como el de amor, los encontré en el Gandhi del Aeropuerto de la CDMX.


Decidí que leería primero el de autoestima, como psicóloga sé que se construye con amor propio y adaptación a un entorno saludable, pero Marcela llegó a reforzar y revolucionar toda esa idea. Mi lógica fue, primero va el cómo amarnos más a nosotras, para después amar mejor y más bonito a otres.


Y justo le atiné, porque al terminar el de autoestima e iniciar este, el del amor, leí en el prefacio que no vamos a dejar de amar, vamos a amar de otra manera, partiendo del amor a nosotras mismas, ese que ya nos recetó en autoestima.


Así que aquí vamos.


Vamos a equilibrar cómo vivimos e imaginamos el amor, porque para Marcela la primera gran contradicción del amor (y tal vez por eso duele tanto) es lo que realmente experimentamos y lo que idealizamos (mitos).


Y por supuesto que, en la construcción de esos mitos, el género, la desigualdad, dominio, las series y películas han jugado un papel fundamental. A las mujeres nos educan para amar, es un mandato, uno de nuestros deberes principales, somos “seres para el amor”, porque así se le facilita al patriarcado que seamos serviciales y abnegadas.


Y es tan fuerte esa visión patriarcal del amor que no solo lo vivimos de manera tangible, con nuestros cuerpos, sino también llega a formar parte de nuestra conciencia subjetiva, imaginándonos felices amando a seres del futuro, idealizando al “amor de nuestras vidas”, al grado que “millones de mujeres en el mundo actual obtienen más satisfacción de los seres del amor que ven en el futuro que de lo seres concretos con lo que se relacionan en el presente”.


Pero el amor no solo es vivencia, también es trascendencia, nos dice Marcela, “sin amor no es posible la vida. El amor es una experiencia movilizadora, nos mueve a actuar, a crear acontecimientos – a trascender-, a transformar el mundo y nuestra vida. El amor no solo nos hace vivir, sino trascender.”


Pero ahora, menciona Lagarde, las mujeres modernas somos disidentes, porque hay nuevas formas de amor. Vivimos en una contradicción, con hitos tradicionales, mezclados con transgresiones modernas, dando como resultado el sincretismo de género. Somos sincréticas.


Y justo ante ese sincretismo, nos hemos convertido en artistas feministas creativas, hacemos arte y magia, equilibrando lo tradicional y moderno, malabareando.


Tal vez, comparte, el amor es el espacio más tradicional en las mujeres modernas.


Ante ello, nos comparte su primera clave: el conocimiento.


Para amar, hay que conocer. Romper ese mito tradicional que decía que el amor se da solo, que es inesperado, que solo íbamos a sentir y ya, sin cuestionar, que nos invitaba a entregarnos sin conocer.


Hoy, necesitamos conocimiento y sobre todo, autoconocimiento. Para amar, el interés siempre tiene que iniciar en nosotras: ¿qué quiero, qué deseo, qué anhelo, qué necesito, qué puedo, qué hago? Tener nuestro propio juicio amoroso y diseñar nuestra propia filosofía amorosa feminista.

Porque la filosofía del amor de antes, la patriarcal, nos crió como especialistas del amor, como si eso fuera nuestra única identidad, hoy, la visión feminista sabe que el amor es histórico (no ahistórico) y está atravesado por el género, la cultura y el poder.


El amor es también, una experiencia política, por ello, en esa búsqueda de una nueva ética amorosa, las mujeres modernas pedimos justicia y equidad en el amor para poder romper con la contradicción antagónica y lucha entre lo tradicional y moderno: a veces creemos que debemos seguir siendo benevolentes y hacer todo por otros, pero al mismo tiempo queremos sentirnos plenas y libres. Esa es la gran contradicción de la modernidad y por eso tenemos la sensación de estar partidas.


Lagarde cita a Sartre y a Simone, pues si bien Sartre planteaba que la materia del amor es la libertad, Simone le refutaba que no se podía plantear la universalidad de una experiencia cuando la condición social, sexual y de género es desigual, entonces para ella, nunca ha existido el amor libre.


Un amor libre se construye dejándonos de ver como esclavas del amor, porque si yo soy esclava, busco a un esclavo. Nos dominarán y buscaremos dominar. Damos todo y buscaremos que nos den todo y si no, nos sentimos carentes.


Y ante esa carencia sentimos que si no recibimos es porque no merecemos, porque algo hicimos mal, siempre la culpa es de nosotras. Nos hacen sentir que si no nos aman es porque algo no hemos hecho bien o porque nos falta algo, belleza, por ejemplo. Y entonces, las mujeres “gastan más de la cuarta parte de nuestro salario en embellecernos solo para hacernos beneficiarias del amor”, comparte.


Y en la modernidad no es solo la belleza, otra virtud que se nos exige es tener un buen trabajo, que generemos recursos y que aun con todo ello, aceptemos la supremacía de los hombres, que el orden jerárquico siga funcionando.


Ante ello, cita a Celia Amorós, las mujeres feministas desde el siglo XX hemos revolucionado esta visión siendo pactantes, imponiéndonos con pactos y limites en las leyes y en el amor.


Porque al pactar, creamos normas personales y para nuestras relaciones, aquí la clave y propuesta feminista es que el amor sea una experiencia donde se pueda negociar. Y justo para negociar necesitamos esos valores y normas, que serán las condiciones para que otros se relacionen con nosotras, serán nuestros límites, el freno del patriarcado, ya no nos imponen, ahora nosotras opinamos y pactamos.


Y es un “pacto amoroso”, lo llama Lagarde, basado en la filosofía política feminista, que pasa por un proceso de desidealizar el amor. Y me encantó un ejemplo que dio para ello, romper el mito del príncipe azul ¿por qué queremos un príncipe azul? Si para empezar en América Latina no hay monarquías. Dejemos de idealizar la supremacía monárquica y pasemos a una visión democrática, porque la realidad es que, para poder amar, las mujeres necesitamos ser ciudadanas. Si ya elegimos a quien nos gobierna, también podemos elegir a quien amar y con quién formar un hogar.


Y como lo personal es político, “los problemas de tu amor son problemas de todas”, por ello Marcela nos invita a tener una “filosofía política colectiva sobre el amor”, para que no exista una mujer más siendo esclava en su relación amorosa.


Y es político porque al amor lo atraviesa el poder, entonces para desmontar esa cultura de dominación bajo el velo del amor, la transformación de la cultura es fundamental, con cine y literatura feminista, para ir haciendo ilegítimos esos contenidos tradicionales y patriarcales del amor.


Y otra clave que nos comparte Marcela es la importancia de la soledad, porque el amor como vínculo sano solo es posible entre seres que se asumen en soledad. Lo mismo nos decía en la autoestima ¿recuerdan?


Y es que nos han amenazado con la idea de que sin amor “nos vamos a quedar solas” por eso le damos tanto peso, aunque en realidad es miedo al abandono, un instinto humano. Pero Marcela nos tranquiliza al decirnos que ya no somos unas bebés que moriremos si nos abandonan, somos adultas y sobreviviremos.


Con madurez emocional superaremos ese miedo y podremos disfrutar esa soledad tan necesaria para seguir construyendo individualidad, para pensar, reflexionar y dudar. La duda es necesaria para transformar. Porque antes no dudábamos, nos creíamos todo. Ahora podemos decir no creo, no acepto, hay otras formas…


Nos invita a tener esos necesarios ratos de serenidad, a encontrarnos con nosotras mismas, asumir nuestra mismidad, sabiendo que nadie es incondicional para nosotras. A experimentar lo que Simone de Beauvoir llamaba “soledad existencial”. Que podamos hacer vínculos desde la soledad porque siempre serán eso, vínculos, nunca buscar ser el apéndice – esclava – de otra persona.


Marcela hace un pequeño recuento histórico del amor y nos comparte que fue con el amor burgués que se impuso el amor para toda la vida, la heterosexualidad y la monogamia (claro, permisiva para los hombres) por eso hasta la fecha sigue normalizado el que los hombres puedan tener otras parejas sexuales, pero las mujeres no.


También se dio lo que Franca Basaglia llama “la expropiación de las mujeres”, al imponer que llevara el apellido del esposo y que él fuese su dueño jurídico, afectivo, sexual y económico. Estábamos, pero no estábamos. No éramos dueñas de nada, ni de nuestro cuerpo, sexualidad o subjetividad. No éramos libres.


Ese amor burgués nos configuró como dependientes y pobres, subordinadas a las relaciones, logrando que “conseguir un marido” se convirtiera en el objetivo de vida de las mujeres, incluso en relaciones devastadoras.


Para Marcela, ese amor burgués también dio pie a las madreesposas, el anhelo de millones de mujeres en todo el mundo y sobre todo en América Latina, cuyos mandados son: encontrar un hombre para tener sexo exclusivamente con él, ser madres, tener una familia.


Incluso se asume que esa es la única vía para la felicidad, llegando a considerar como infeliz a una mujer que no tiene hijos o marido, no importa si realiza otras cosas. Y entonces estamos ante mujeres que “soportan mucho mejor el desamor que la falta de alguien a quien amar. Tenemos más callo para aguantar el desamor que para enfrentar la ausencia de un amor”. Qué fuerte.


Y por eso, muchas mujeres llegan a aceptar la posición de “amantes” con tal de amar y que las amen, aspirando a convertirse en “la única, permanente, exclusiva” lo más doloroso, expresa Marcela, es que, si las “madreesposas” ya son subordinadas, las amantes anhelando ese papel, lo son más.


Después llegó el amor victoriano, siendo el extremo del burgués, pues significó más frigidez, las mujeres no podían mostrar su interés en la sexualidad y pasión erótica.


En el amor victoriano se utilizaba a la maternidad para mostrar el poder de los hombres sobre las mujeres “la mejor muestra de una buena relación conyugal era que la mujer siempre se mantuviera embarazada”. Eso se trasladó a América Latina pues algunos hombres tienen la visión de que, si las mujeres están siempre embarazadas, no podrán engañarlos. Por eso se da esa costumbre de que cuando ellos viajan o migran por trabajo, dejan a las mujeres embarazadas para asegurarse de que no podrán tener amantes.


Otra forma histórica de amor, es el amor romántico, surgido en Europa como reacción a la frigidez del amor victoriano. Buscaba dar rienda suelta a las pasiones, reivindicando la pasión erótica.


Un rasgo salvable y bonito del amor romántico es que se combinaba con revoluciones liberales y socialistas, las parejas compartían causas políticas, filosóficas, luchas y proyectos; eso les sostenía y el amor aumentaba al identificarse mutuamente con un mismo sentido de vida.


A esto Marcela le llama “sentimiento oceánico”, cuando la identificación va más allá de la pareja y se ven inmersos en una causa mayor, sintiendo que ese fin les trasciende, estimulando su amor.


Pero hay que tener cuidado, nos dice, porque el amor romántico tiene siempre una cara trágica y una clave feminista es dejar de asumir que amar es sufrir. Sufrir por amor no es una virtud. No es normal ser víctima de un amor/relación.


Al contarnos la historia de amor que vivió Virginia Woolf, construyendo una relación equitativa con su esposo, Marcela nos dice que “la única forma de eliminar las brechas de desigualdad de género es tener más poderes sobre nosotras. Porque cualquier hombre y todos los hombres cuentan siempre con un plus de poder.” Para Marcela, la relación de Woolf marcó el inicio de lo que se conoce como “amor libre”, siendo una crítica al amor cortés, burgués, victoriano y romántico. Su contenido básico era la libertad.


Ojo, amor libre no significa no tener compromisos, hay compromisos, pero en igualdad. Buscaba, además, quitar la visión pecaminosa del sexo pues como expresaba Alejandra Kollontai “no hay socialismo sin revolución sexual” (Alejandra fue la primera mujer que redactó la ley que reconocía el derecho de las mujeres al aborto mientras fue ministra de Bienestar en Rusia el primer estado socialista del mundo).


La hipótesis de Marcela Lagarde es que todas tenemos una mezcla única del amor basada en la síntesis de todas sus formas, pero lo que siempre es compartido, son sus problemáticas, por ejemplo, la subordinación y dominio (el poder).


Y por ello vivimos en frustración, por la contradicción entre mito y la realidad.


Como solución ante ello, nos invita a escribir sobre nuestras fantasías amorosas, porque eso nos ayuda a distanciarnos de ellas y evitar desilusiones, pues mientras más fantaseamos, más grandes serán las desilusiones y más se deterioran las condiciones realistas de las relaciones de pareja, pudiendo llegar al grado de una “imposibilidad de encontrar pareja porque la fantasía se puede volver tan grande hasta llegar a hacer que nadie se parezca al ser fantasioso que vive en nuestra imaginación y a que todas las personas que encontremos queden descalificadas”.


Nos invita pues a dejar de lado mitos y fantasías y en lugar de ello a construir una concepción realista de la vida, amor y pareja. Un síntoma de que mantenemos un exceso de fantasía es envidiar el amor que viven otras y ser incapaces de disfrutar uno propio, realista y aterrizado. Mucho más porque ni siquiera sabemos cómo es realmente esa relación externa que idealizamos, sobre todo ahora, en mundo de redes sociales, donde ponemos demasiado peso a la foto bonita de Instagram, sin saber lo que hay detrás.


Menos mitos + pactos terrenales.


Porque “el patriarcado durará hasta que las mujeres lo sostengamos con nuestras fantasías”. Y en ese sentido, para poder negociar en el amor debemos hacer primer un compromiso con nosotras mismas, priorizarnos, descautivarnos, tener propia voz y deseos.


¿Saben por qué amamos enamorarnos? Nos pregunta. Porque es una exaltación de la vida y la sensualidad, todos los sentidos se abren al goce y placer. Lo malo es que cuando el enamoramiento termina, no termina igual para los hombres que para las mujeres, incluso en algunas mujeres, nunca termina.


Esto, menciona Lagarde es precisamente por el sistema patriarcal, pues para los hombres es más fácil que el enamoramiento termine debido a su supremacía y privilegios, mientras que la mujer puede quedarse en una impotencia amorosa con el anhelo de fusión eterna, dice “viven velando el fantasma del hombre que un día instalaron en el centro de su vida. Aunque ya no esté con ellas siguen fundidas con él”. Escapemos de esos fantasmas, nos liberemos. Ellos ya no están, ellos ya se fueron y no nos aman. Pero un amor sano e igualitario está en camino, del otro lado de nuestra imaginaria y fantasmal dependencia.


El enamoramiento no se escapa de la supremacía, hay diferencias de género, debido a la ética sacrifical que nos impusieron, por eso en algunas relaciones el hombre se desarrolla mientras que la mujer se sacrifica. Qué desigualdad tan cruel.


Y a veces, aunque creamos que somos iguales, Marcela nos centra al decirnos que no lo somos. Al amor llegamos siendo quienes somos, con nuestra condición humana y la cruda verdad es que las mujeres estamos en desigualdad con los hombres, en desigualdad social, económica, jurídica y política. Ninguna mujer está exenta de esa desigualdad, reflexiona.


Para ir transitando a relaciones sanas y equitativas, Marcela comparte que una de las claves, según Clara Coria, psicoanalista feminista, es asumir nuestra ciudadanía, tener la conciencia de tener el derecho de tener derechos. Y eso implica diseñar y nombrar nuestros derechos con perspectiva de género en el amor y en las relaciones de pareja.


Para realmente vivir esa condición de ciudadanas hay tres condiciones: protagonizar mi vida (no mi pareja ni mis hijos YO), no esperar a que alguien me dé esos derechos (me los otorgo YO) y por último, vivir mis derechos humanos.


Implica también, eliminar el sentimiento de que alguien “me hace un favor” al amarme. No nos sacamos la lotería por un buen hombre o un buen amor, es nuestro derecho TODAS TENEMOS EL DERECHO AL AMOR.


“Es un derecho humano el derecho al amor y con su apellido feminista: amor no enajenante, que no me haga ajena del sentido de mi vida, que no me expropie de mí misma. Tengo derecho a un amor que me beneficie”.


Implica dejar de pensar que “nos eligieron” y pasar al yo también elijo. Porque me valoro y no me coloco en una condición de inferioridad, soy también sujeta del amor, de la historia, de la política, del discurso. Soy también protagonista.


Amar implica tener clara mi historia e identidad ¿por qué vamos a poner de vacaciones nuestra inteligencia y análisis para vivir el amor, si es en el amor cuando más les necesitamos para sentir mejor?, se cuestiona Lagarde.


En cambio, nos invita a tener una geografía de la pareja, para ubicar las desigualdades y tener una contabilidad para saber qué aporta cada parte, para entrar al terreno del pacto.


Y si ya de por sí, nos dice Marcela “toda relación implica una pérdida”, porque como decía Simone de Beauvoir “una parte de la libertad se pierde en el amor”, al menos hay que ponderar qué se pierda y qué se gana. Para ello se necesita un “inventario de cualidades”, qué recursos se intercambiarán, qué bienes materiales o simbólicos habrán implícitos (por ejemplo prestigio, fama, posición social, etcétera), así como una radiografía económica, porque en el dinero se simboliza todo.


Y sobre todo por la deuda pendiente del Estado y la sociedad patriarcal con las mujeres: nuestra autonomía económica, porque sin ella, no hay paridad en las parejas. Para poder negociar en el amor, debemos ser propietarias de bienes y recursos.


Expresa Lagarde “mientras menos ruido económico y deudas le metamos al amor, más amor puede haber”, para ello es importante esa radiografía económica. Y sin suponer que estamos en condiciones de igualdad, porque no lo estamos.


También nos invita a quitarnos esa idea del amor tradicional de que alguien nos va amar “incondicionalmente” porque no es así, es solo una fantasía que mantiene nuestras desventajas.

No busquemos relaciones de incondicionalidad, sino de confianza. Y esa confianza debe estar a prueba permanente, con manifestaciones cotidianas de ella, nos dice. Pues el amor es un sano intercambio, confío porque yo te doy y sé que tú me darás.


En una relación sana desaparecen las “promesas de amor”, porque Marcela dice que la gente abusiva solo hace promesas, pero no mueve ni un dedo por cumplirlas.


El amor es aquí y ahora, no vivamos en el pasado nostálgico ni en el futuro prometedor, menos nostalgia y más actualidad. Menos utopía y más topía, reflexiona. Se deben planificar las metas y acciones que cada parte en la relación irá sumando día a día.


Pone énfasis (y me encantó) que otro recurso indispensable es una terapia con perspectiva de género, pues desde la Cumbre Mundial de Viena se aprobó que la salud mental es un derecho humano de las mujeres.


Y la persona amada no puede jugar el rol de nuestro terapeuta, entre menos nos confesemos, seremos más libres. Tampoco puede ser nuestra autoridad. Marcela nos invita a tener nuestra propia autoridad interna, donde nos autoricemos creernos a nosotras mismas, con nuestros propios juicios y valores.


Que dejemos de dudar de nuestra opinión y nuestro juicio. Basta de darle el poder a autoridades externas, nuestra mayor autoridad, está en nosotras mismas.


Entre más yo, menos dependencia.


Nos creamos más, no estamos equivocadas ¡tú tienes razón, estás en lo cierto! Por eso amo “Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pinkola Estés, porque a través del reconocimiento de nuestra intuición, nos ayuda a reconectarnos con esa autoridad femenina que vive en nosotras.

Si estás en una relación, te invita a hacer corte de caja cada día, porque incluso si llegan a terminar, no te quedas vacía, no te deben nada y no debes nada, se actúa desde la justicia y la equidad, con relaciones confiables, éticas y transparentes, porque nosotras “no somos traicionables”.


Justo por eso, Marcela toca el tema de la infidelidad y “los triángulos amorosos”, que, para ella, son un síntoma de desigualdad. Al estar en uno, engañas a una congénere, eres cómplice de la destrucción de una mujer, invita a no ser cómplices del machismo de los hombres, a no alimentar la subordinación de nosotras mismas.


Ninguna está en primer o segundo lugar, ambas están en una posición injusta. Esos triángulos solo le funcionan a los hombres y la desgracia siempre llega para las mujeres, si no se les pone un freno, se convertirán en cuadrángulos, poliedros y en “toda una constelación de relaciones injustas.”


En esos triángulos tú rompes la cadena de sororidad entrando en una ética de traición y remata diciendo que “una mujer que traiciona a una mujer, se está traicionando a sí misma”.


Ante eso, la mejor alternativa para Marcela es una sola relación de amor, respeto y confianza, porque tal como dice, nuestro tiempo, recursos de vida y capacidades para atender con cariño a alguien son limitados, mantener una sola relación tanto de amistad como de amor, implica esfuerzo ¿Cómo puede alguien mantener varias? Evidentemente son fragmentadas, vacías, injustas.


Menciona que otro gran pacto entre nosotras y que debe formar parte de nuestra agenda política es no solapar la impunidad de los hombres irresponsables, no aceptando a aquellos que abandonan a sus hijas e hijos ¡NO A LOS DEUDORES ALIMENTICIOS!


Al contrario, invita a evidenciar a esos hombres y el daño que causan, yendo a los tribunales, buscando justicia, que reparen el daño, pues esa actitud es parte de la ética del feminismo. Y como alternativa sana, invita a convencer a los hombres responsables a que socialicen su paternidad, que le muestren al mundo que hay otras formas de ser hombres y padres.


Concluye con la invitación a formar grupos de autoconciencia feminista, como respuesta a la insolidaridad entre nosotras que tanto le gusta al patriarcado.


Y para ello, hay que tener claro porque se produce esa insolidaridad, menciona que es por la competencia, porque sin capacidad de elegir ni decidir, las mujeres siempre estamos compitiendo por los hombres y por un lugar en el mundo. Porque hay muy poco lugar en el mundo para las mujeres.


Ante eso, la respuesta es la sororidad y una ética solidaria que elimine la misoginia, que incluya la estética de un buen trato entre nosotras, eliminando la hostilidad, malos tratos y la violencia entre mujeres.


Nos invita a ser sincréticas del mundo, a que nos unamos. Que seamos esa mezcla de lo que ya fue y ya no es, con lo que estamos siendo, con lo que vivimos y con lo que nos toca caminar.

Gracias maestra Marcela por guiarnos en esta travesía feminista.


Feminista no hay camino, se hace camino al andar.


Gracias por leer, con amor feminista, Yuli Zuarth.



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