Misma autora, diferentes obras, misma temática: los dolores de México.
Fernanda Melchor es una de las autoras mexicanas emergentes más reconocidas, es veracruzana y en 2019 ganó el Premio Internacional de Literatura que otorga la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín.
Decidí juntar las reseñas porque ambas son novelas de las cuales no les puedo contar demasiado, porque sino, sería una hoja llena de spoilers, pero sí les puedo hablar del estilo de la autora y de la temática que se aborda en cada una de ellas.
Empecemos con Páradais, porque es la más reciente y porque fue la primera que leí de ella. Conseguí el libro en un Ghandi de la CDMX y como ya había escuchado maravillas de la autora, lo traje conmigo.
En Páradais encuentras crudos episodios de violaciones, acoso, alcoholismo, drogas y falta de atención a las juventudes. Todo ello, envuelto en la amistad de dos personas que nos muestran la cruda desigualdad de México.
Melchor utiliza un lenguaje que te hace sentir que estás en medio de la conversación de las personas. Yo por ejemplo, en este libro, por momentos no me sentía lectora, me sentía una espía de la conversación de Franco y su amigo Polo.
A Franco y a Polo les duelen muchas cosas. A Franco, aun con todos los privilegios, le atraviesa la frustración, la ansiedad, la soledad, las adicciones y las obsesiones. A Polo, le duelen la falta de oportunidades, las crisis familiares, el crimen organizado y el que por más que se esfuerce, no alcanza lo justo para una vida digna.
Fernanda Melchor logra eso, comunicar que todas las personas y sobre todo, todas las personas que habitamos la región latinoamericana, caminos con una herida abierta en el corazón y en la realidad.
Y por eso escribe, escribo y escribimos, porque escribir, es otra forma de sanar.
En cuanto a “Temporada de Huracanes”, su obra más famosa, puedo decirles que me dejó con un hoyo de desesperanza en el estómago.
Otra vez se hace presente la cruda desigualdad de nuestro país, pero aquí, combinada de manera profunda con el crimen organizado que se cuela hasta en las comunidades más lejanas y “tranquilas”.
Tal como en días recientes, tristemente hemos visto en mi amado Chiapas.
El crimen organizado nos roba el presente y el futuro, y forma parte de la desesperanza que se respira en el aire mexicano.
Aquí, se aborda también la cuestión de la prostitución y la trata.
Aquí, Fernanda retrata como nos llaman Brujas.
Y como aprendimos con Silvia Federicci, nos llaman Brujas cuando no saben qué hacer con nuestro poder, con nuestro conocimiento, con nuestros enigmas y con nuestra seducción.
En lugar de llamarnos doctoras, sabias, curanderas o de darnos poder de decisión en las comunidades, por los siglos de los siglos, han decidido llamarnos brujas y asesinarnos.
Porque somos incómodas, porque al patriarcado le incomodan las mujeres con poder decisión, autonomía y liderazgo.
Les comparto que después de leer a más autoras feministas de mi país y región (y no solo a las grandes académicas de Estados Unidos y Francia) que si bien, nos dan grandes conceptos e ideas, también es sumamente importante leernos a nosotras, con nuestras realidades y analizando el mismo contexto y suelo que pisamos a diario.
En ese sentido, hay una idea que ha venido dando vueltas en mi realidad y transitar feminista desde hace mucho. Y leyendo a Melchor, encontré una escena que me dejó todavía más marcada dicha idea: los hombres en condiciones de desigualdad y con todas aquellas interseccionalidades que les pueden atravesar, por ejemplo, ser un hombre indígena, nacer y vivir en pobreza extrema, no tener acceso a la educación, ser presa fácil del crimen organizado y un largo etcétera por el que atraviesan miles de familias en México, en todas esas condiciones, un hombre también es víctima.
Y como feministas que somos, con la empatía y la visión de justicia e igualdad que el feminismo nos ha enseñado, desde un enfoque marxista; no podemos medir con la misma vara a aquellos hombres blancos y privilegiados que eligen acosarnos y violentarnos con la seguridad que la impunidad les da, con aquellos hombres en condiciones de desigualdad.
Y todo esto me ha llevado también, a cuestionar y cambiar mi visión punitivista, pero esta es otra historia y da para otro análisis profundo que dejaremos para después.
Lo que sí les puedo decir, para cerrar la idea, es que en este libro, Melchor nos comparte que sí, un hombre, en condiciones de desigualdad (y por eso nombre el tema de la interseccionalidad), también puede ser víctima de múltiples opresiones.
También ellos.
Me pareció crudo y fuerte, se me quedó grabado en la memoria.
Cuando la lean, me comprenderán.
Y estaré lista para que juntas y juntos dialoguemos y lleguemos a mejores rutas y caminos de acción para deshacernos de la desigualdad que golpea en México. Que nos duele a todas y todos. Que nos afecta por igual.
Para concluir, así es como te das cuenta que una novela tiene poder transformador y de protesta, cuando te hace cuestionarte las ideas más profundas y arraigas y cuando te invita a crear nuevos mundos, mundos más justos, igualitarios y amorosos.
Gracias Fernanda Melchor por esto. Espero conocerte pronto y crear juntas esos mundos.
Y gracias a ustedes, por leer.
Con amor, Yuli Zuarth.
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